El señor Tardá ha logrado cierta notoriedad debido a su original modo de celebrar el Treinta Aniversario de la Constitución. No alcanza la gloria por la calidad de su discurso ilustrado y su republicanismo civilizado, sino gracias a una ceremonia digna de los Teleñecos con estética mixta friki-feísta en la que ha escenificado junto a sus acólitos una especie de Misa Negra para enterrar nuestra Carta Magna. En su arenga, plagada de figuras retóricas, aparecía una transparente metáfora. El ya famoso grito no era otro que ¡Mori el Borbó! Sin necesidad de acudir a traductor chivato alguno, dicha proclama ha sido interpretada como un vivo deseo de acabar con la vida de don Juan Carlos y, claro, se ha organizado el escándalo. El PP chilla, el PSOE calla y el señor Bono comprende. Se ve que el presidente del Congreso se distingue a más de por su profusa cabellera por su comprensión. Dice el prohombre que hay que disculparle a Tardá su carácter primario. Responden otros que desear la muerte a alguien no es un quítame allá esas pajas . Bono insiste en negar los instintos asesinos del catalán. En estas, el de ERC aclara que su grito era un grito histórico y que él es muy pacífico aunque se entretenga en sus ratos libres simulando sepelios. Lo que parecía inquina mortal tan sólo era metáfora. Se constata que el diputado de historia anda flojo y como poeta es un petardo. Su metáfora es transparente, sí pero falta de originalidad. Inspirada quizás en aquella ciertamente lírica de "Dame un fusil que voy a matar más rojos que flores hay en mayo y abril", o en la de "Muerte a los curas", se aleja de la tan hermosa "Tarancón al paredón" y es poco sutil. Mucho más lograda era la de "A ese, que le den café". En lo poético, no tiene disculpa, pero sostengo que desear el fin de la Monarquía aun con metáfora lúgubre incluida no es tan grave. Peor ha sido traducirle al rey el apellido. Y agradezcamos que nuestro vate ha tenido el detalle de no exigirle a su Majestad que muera dando vivas a la república. En catalán.