Quizás somos casi todos culpables de que jóvenes becarios, o con un contrato en prácticas, tengan que arriesgar su físico y su dignidad para conseguir unas declaraciones en exclusiva del famoso de turno, y así conservar su puesto de trabajo o escalar puestos en la empresa. Sí, somos culpables, porque nosotros somos esa audiencia que exige saber, con pelos y señales, qué es de la vida amorosa y profesional de esa gente a la que hemos hecho famosa, nacida en el mundo de la farándula y de la noche, por ser expareja, pareja actual o futurible de otro famoso de cuna o también de nueva creación. Porque nosotros exigimos saber de ellos y esa exigencia mueve los hilos de la audiencia, de la publicidad, del dinero que produce determinado programa. Porque esa demanda mediática hace que los productores expriman al máximo a esos pobres reporteros becarios o en prácticas, hasta el extremo de obligarles a acosar, sobrepasando incluso la línea de lo legal, al famoso de turno y así conseguir alguna declaración caliente que sea caldo de cultivo en más de un programa o hasta una posible agresión, física o verbal, que encumbre a la fama caduca a ese periodista y a la cadena que lo explota. Porque es esa demanda insaciable y pueblerina la que pone a funcionar la imaginación de esos periodistas del corazón y así realizan, de un simple rumor sin fundamento aparente, un programa entero de bajo coste, para inventarse, a partir de cualquier hecho insignificante, una supuesta noticia , un bombazo en exclusiva que merece toda la atención del público. Y es que quizás, esa demanda que ahora critico, tenga su origen culpable en esos productores televisivos faltos de imaginación que van a por un programa seguro , sin más miras que el éxito económico, aunque esto suponga bajar el listón de la calidad y también, por supuesto, de la caridad. Y es que quizás ha llegado el momento de apagar el televisor y coger aquel libro olvidado en la estantería. Seguro que así mejorará nuestra salud mental y moral. Prueba y verás.

Jesús Asensi Vendrell **

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