De la misma manera que considero irrelevante y desacertado centrar el foco de atención en el atractivo físico de las mujeres con responsabilidades políticas, relegando a un segundo o tercer plano los aspectos que realmente preocupan a la ciudadanía (como el nivel intelectual, la formación profesional o técnica, la honestidad, el compromiso con el bienestar general y la sensibilidad social), también me parece fuera de lugar resaltar la hermosura de un político como atributo o característica principal, dejando a un lado las cuestiones de peso, aquellas para las que recibió la confianza de las urnas. En los últimos días han podido escucharse referencias al actual presidente del Gobierno de España situando en primer plano su belleza estética, algo que, a buen seguro, provocaría una tormenta en la opinión pública en el caso de tratarse de una mujer. Sea mejor o peor y guste más o menos, parece que el marketing y la publicidad tiene cada vez mayor peso en las elecciones políticas de un número creciente de naciones.