Si el ejemplo de globalización en los servicios es la banca, en la industria es el automóvil. Y si en Estados Unidos no han parado mientes en rescatar a su sector financiero de sus desmanes, no era difícil adivinar que esa fórmula también iba a ser exigida por su industria más convencional: el sector del automóvil. Por la presión de los tres grandes fabricantes de Detroit --General Motors, Ford y Chrysler-- sobre la Administración Bush y el Congreso, de mayoría demócrata, se ha negociado con rapidez la aprobación de ayudas públicas, por valor de 15.000 millones de dólares, para que esos gigantes de la automoción no echen el cierre. El acuerdo en ciernes de rescate del sector --de hecho, un préstamo a 3 meses y condicionado a que presente planes de futuro creíbles-- se sumará al gran plan de estímulo inversor de medio billón de dólares en infraestructuras anunciado por Obama, tan bien recibido por las bolsas. Pero la pretensión de los grandes del motor de EEUU de que son como sus bancos no es cierta: grandes marcas japonesas o europeas, con plantas en EEUU, no pasan por los mismos apuros.

Europa debería aprender de la estrategia de los políticos norteamericanos. La UE no ha marcado directrices claras sobre cómo han de ayudar a sus empresas a superar la crisis. En EEUU la pauta es clara: el sector público saldrá al rescate.