Hace solamente unas fechas, un "orgulloso socio del Ateneo" --de los que hay muchos, felizmente-- salía a la palestra mediática con espíritu de cruzado, para defender y reivindicar las variadas labores y altos objetivos artísticos, literarios, científicos y sociales de esta asociación intelectual; nacida ya hace más de un siglo en el contexto vecinal cacereño --en la temprana fecha de 1910, si mal no recuerdo, y reinventado cien años después, en 2001, después de prohibiciones y censuras-- con la intención de resaltar la "Hipocresía cultural de Cáceres" y reclamar una mayor atención institucional a los proyectos o iniciativas que no estén solamente encaminados a fomentar la fiesta de los toros, las exhibiciones religiosas de la Semana Santa o la participación en campeonatos deportivos; que son las que hasta ahora han gozado de mejores condiciones de apoyos oficiales y subvenciónes.

La rica variedad de actividades y publicaciones --libros y revistas culturales o literarias-- de las que gozaron los cacereños hace unos años, hasta merecer el título de "Capital Cultural de Extremadura" (1992), "Capital Europea de la Tolerancia e Integración" a través de Womad; con varios Festivales y Concursos de poesía, música y teatro --lo que nos llevó a aspirar a la proclamación como "Ciudad Europea de la Cultura"-- se ha anquilosado en su inicial desarrollo; desapareciendo por agotamiento o por negligencia institucional, la mejor parte de estos impulsos, hasta casi convertir a Cáceres en un "desierto cultural", en el que apenas queda más que ver televisión --partidos de fútbol, esencialmente-- pasear por Cánovas, ver algunas exposiciones de fotos en las contadas salas o cafeterías que promocionan el arte a nivel particular o saltar y brincar en ruidosos conciertos de "rock-duro" repartidos los fines de semana por barrios y plazas.

XDEFIENDEx el señor Muriel en su incisiva columna, con uñas y dientes, la labor desinteresada y gratuita del Ateneo, por ser un lugar de libertad, de transparencia intelectual e ideológica; sin muros ni paréntesis dogmáticos, que impidan la libre circulación de las ideas de unas mentes a otras; la libre expresión de las opiniones o creencias. Pues todos los "orgullosos socios del Ateneo" hemos asumido, como base de nuestra relación social, que debemos movernos en un espacio transparente, tolerante, integrador y laico, en el que se pueda mirar lejos en los campos de la Filosofía, de la Historia, del Arte, de la Astronomía o de la Ciencia y ver paisajes, cuanto más completos y luminosos, mucho mejor. Invitando a nuestros actos colectivos a personalidades tan significativas como el escritor "ultra" César Vidal o al mismísimo señor Obispo de la Diócesis.

Pero también, donde se puedan representar obras de teatro, leer poemas, gozar de una excelente gastronomía, realizar ejercicios de mejora de nuestro cuerpo, bailes y danzas étnicas o folclóricas, habilidades artesanales o cualquier otra actividad encaminada a fomentar la convivencia, la mejora personal, la imbricación social de los socios y el sano entretenimiento del ocio, con objetivos esencialmente útiles y formativos; en los que podamos participar todos sin discriminaciones ni distingos, en una asociación abierta a cuantos deseen disfrutar. Pero sin ambiciones de negocio ni aspiraciones de retribución.

Quizá sea esto lo que más "raspa" en la mentalidad tradicional y plurisecular de los cacereños; cuajada durante siglos en el sometimiento a reglas y normas dictadas desde el púlpito o desde la tribuna política. En la que todavía no ha calado con profundidad la ambición ilimitada del saber universitario ni la pulsión del conocimiento o del descubrimiento de lo ignorado, para cimentar la fortaleza de nuestro espíritu y la verdadera riqueza de nuestra alma. No es, como dice el autor de dicha "columna", hipocresía cultural ni fariseísmo lo que aleja a los cacereños y a sus regidores de las actividades del Ateneo. Simplemente es la pervivencia, en el fondo de su personalidad, de aquellos "valores eternos" que tanto nos inculcaron y remacharon cuando fuimos estudiantes; y que tanto han seguido remachando muchos cuando han sido profesores de las nuevas generaciones. Pero que hoy hasta el Papa Francisco pone en entredicho.

Ya he citado en otras ocasiones el bonito y sugerente axioma que formuló don Miguel de Unamuno a propósito de la verdadera cultura: "Sólo el que sabe es libre; y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar; sino dad alas. No la de pensar; dad pensamientos. La libertad que debemos dar al pueblo es la cultura". A lo que ahora me voy a permitir añadir una sugerente frase del presidente John Frigerald Kennedy que viene a remarcar lo que defendemos y predicamos en el Ateneo: "Si hubiera más políticos que supieran poesía y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor para vivir en él".