Si ya debe de ser duro estar cuatro años sin saber nada de un familiar, con el desasosiego diario por lo que le haya podido suceder; si a esto le sumamos el dolor al descubrir que ha fallecido y además en circunstancias violentas, la gota que colma el vaso es que además juzguen públicamente a quien ya no puede defenderse, como si hubiera tenido alguna responsabilidad en su final.

Si hasta aquí no saben a qué me refiero, estoy hablando de Manuela Chavero, la vecina de Monesterio que desapareció en el 2016 y que presumiblemente murió a manos de un vecino que ya está en prisión, imputado, de momento, por detención ilegal y homicidio. La Guardia Civil cree que el móvil pudo ser sexual, que su vecino, de 24 años cuando todo sucedió, quiso mantener relaciones sexuales, ella se negó y acabó muerta, asesinada. Lo de siempre, por desgracia.

Está claro que el caso es carne de cañón periodística, que suscita interés entre la población, más aún entre la extremeña, que empatiza especialmente con la familia de Monesterio y con Manuela Chavero. No la voy a tutear, porque no la conocía, ni la voy a llamar Manoli, como la llamaban sus más allegados, porque no era su amiga. Pero esto es algo que sí han hecho algunos medios de comunicación dentro de artículos que distan mucho de respetar a la fallecida.

Es entonces cuando siento vergüenza ajena, como periodista y como mujer y en este caso, como casi siempre, los medios regionales han sido mucho más respetuosos que algunos nacionales. Un medio en concreto ha llegado a enfangar tanto la vida de Manuela Chavero que solo le ha faltado decir que la culpa de su muerte la tuvo ella.

Dos ejemplos, ha afirmado que, tras separarse, “solía quedar con hombres más jóvenes que ella” y esto “pudo llevarle a forzar un encuentro con su amor platónico”. Repugnante. El lenguaje importa. No veo respeto por ninguna parte, al contrario, una vez más se juzga a la mujer, a la víctima, en lugar de poner el foco en su presunto asesino.

Pero además, en el caso de Manuela Chavero, se añade el tinte machista de quien considera que las mujeres que están con hombres más jóvenes que ellas son poco menos que unas frescas, mientras que si es un hombre el que sale con una mujer más joven, se trata de un maduro atractivo. El feminismo ha dado pasos, ha conseguido avances, pero casos como este nos vuelven a recordar la realidad, aún queda mucho para que las mujeres puedan hacer con su vida lo que quieran y ser respetadas, también sobre el papel.