El miedo a que se reproduzca un fenómeno de los años 80, que los economistas de la época calificaron de estanflación (nulo crecimiento acompañado de precios altos) se aleja. La prueba es el dato que difundió ayer el INE y que cada final de mes proporciona a la autoridad estadística europea (Eurostat) para el cálculo de la inflación en la Europa del euro: los precios al consumo en España bajaron un punto en octubre, lo que deja nuestro IPC en el 3,6%. En clave interna, es un buen dato. En clave europea, habrá que esperar al mediodía de hoy, cuando Bruselas dé a conocer el IPC armonizado.

El alivio que supone ese dato para los malos augurios sobre lo que nos espera para el 2009 es lógico. Tener una inflación moderada es un dato favorable que no debe desaprovecharse. Sabemos que se debe, en parte, a la caída espectacular del precio del barril de petróleo desde el verano --y que aún no se ha trasladado del todo a las estaciones de servicio-- y a la desaparición de los especuladores en los mercados de materias primas alimentarias. Todo ello es un respiro, otra oportunidad para poner el freno necesario al desánimo contagioso de las últimas semanas.