Cuando se cuestiona si a los alumnos se les deben poner deberes para hacer en casa se pretende cargar sobre las escuelas un montón de obligaciones que van mucho más allá de las que les corresponden. La responsabilidad educativa de niños y jóvenes no puede recaer en exclusiva en estos centros. Dice José Antonio Marina que "todos ejercemos una influencia educativa buena o mala por acción u omisión, por lo que la sociedad entera debe implicarse: padres y docentes, medios de comunicación, empresas e instituciones". El lugar preferente, sin embargo, debería corresponder a padres y madres. No sé hasta qué punto ello descansaa en una visión conductista (no somos, ni nos hacemos, sino que nos hacen) como afirmaba John Dewey: "La educación es una regulación del proceso de llegar a participar en la conciencia social; y la adaptación de la actividad individual sobre la base de esta conciencia social es el único método seguro de reconstrucción social", con la pretensión de construir unos ciudadanos que cumplan unos determinados estándares sociales. En este contexto se puede considerar más eficaz para el éxito del proyecto que la oferta escolar sea exclusivamente pública. La escuela no debe convertirse en un campo de experimentación sociológica o ideológica. Cuanto menos enreden los políticos, los profesionales podrán hacer mejor su trabajo y los resultados, incluidos los no académicos, mejorarán.