El pasado lunes, el Ecofin reformuló algunas de las normas que rigen el funcionamiento de la Unión. Lo conseguido aquel día, con el apoyo de España, no es como para sentirse muy satisfecho y, aunque algo avanzamos, falta tanto camino por andar que no sé si llegaremos a tiempo para evitar el próximo trance.

El problema emergió el pasado mayo, con la crisis de la deuda de Grecia, Portugal, Irlanda y España, que puso al euro contra las cuerdas. Entonces todo fueron promesas de buen comportamiento, de aumentar la vigilancia macroeconómica e, incluso, de imponer sanciones que podrían llegar a la expulsión. Pero la memoria de los humanos es frágil, y cuanto más nos alejamos de esa primavera, más decrecen los deseos de enmienda.

Alemania defiende un reajuste severo de los mecanismos de control y supervisión de las finanzas públicas. Los alemanes se ven como los paganos de la crisis, suministrando, primero, el grueso de recursos para el salvamento de Grecia y, posteriormente, el fondo de estabilidad (de 750.000 millones de euros) para evitar posibles quiebras de otros estados. Y, por ello, no debe extrañar que Angela Merkel haya abanderado una reforma profunda del fallido pacto por la estabilidad. Pero la oposición francesa, apoyada en España, Italia y Grecia, ha impedido que prosperara el automatismo en las multas para los países que vulneraran los acuerdos sobre déficit y deuda públicos. Y así, el lunes se acordó que se darían seis meses de plazo para que se corrigieran esos desequilibrios, y solo entonces se pasaría a imponer unas sanciones todavía por definir.

XALEMANIAx ha conseguido, a cambio, el apoyo francés para modificar los tratados de la Unión. Su reforma es necesaria para extender, de forma permanente, el fondo de estabilidad, definir la suspensión de pagos de un Estado miembro, ampliar las sanciones hasta limitar el derecho de voto o, incluso, la expulsión temporal de la Unión. Pero las dificultades son enormes. Gran Bretaña ya ha advertido de que solo aceptará cambios menores en el Tratado de Lisboa. Y, además, cualquier modificación exigirá la unanimidad de los 27 estados miembros, algunos de los cuales deben aprobarla en referendo. ¿Creen ustedes que Alemania, en estas condiciones, va a salir vencedora en sus pretensiones? En síntesis, y por lo que se refiere a las finanzas públicas, poco se ha avanzado tras la tormenta de la primavera pasada. Quizá será necesario otro huracán para obligar a ceder dosis mayores de soberanía.

Pero eso no es todo. Y aunque los ministros de Finanzas todavía no han finalizado su trabajo, hay que destacar que las propuestas de incluir otros indicadores de divergencia que apuntaban al sector privado (el saldo de la balanza exterior, en especial) parecen haber desaparecido del debate. Y ello nos lleva a otro ámbito de discusión en el que no se está avanzando. Parece como si los problemas que ha sufrido el euro derivaran, exclusivamente, del irresponsable comportamiento gubernamental. Es cierto que una parte tienen ese origen. Este es el caso de Grecia y, parcialmente, de Portugal. Pero la evolución de España e Irlanda muestra cómo, con unas cuentas públicas saneadas, una crisis profunda, generada en parte por el exceso de endeudamiento privado, ha dado como resultado un notable empeoramiento de las finanzas de los estados. En efecto, España e Irlanda presentaban superávits públicos en el 2005-07 (cerca del 1,5% del PIB) y bajos niveles de deuda pública (en el 2007, del 25% del PIB para Irlanda y del 36% para España), alejados de la media, del 66%, del área del euro. Gran Bretaña, por su parte, aun con un déficit en el 2005-07 del 3%, mantenía un volumen de deuda reducido, del 45% de su PIB. En estos tres países no fue el incorrecto comportamiento gubernamental el causante de la explosión del déficit y de la deuda, sino el colapso de los ingresos, y el aumento automático del gasto. Y ello fue el resultado del hundimiento de una actividad privada (consumo e inversión), demasiado vinculada al endeudamiento de familias y empresas y al sector inmobiliario, con negativos efectos adicionales sobre el financiero. Además, en los casos británico e irlandés, cabe sumar el aumento del déficit y de deuda derivado del salvamento de sus bancos. En todos estos países, de no poner coto a la incorrecta conducta del sector privado, en nada habremos avanzado en poner diques para evitar posibles crisis posteriores.

¿Responsabilidad en las finanzas públicas? Por descontado. Pero, también y en el mismo nivel, de las del sector privado. La defensa del euro compete a todos: gobiernos, empresas y familias. Mal haremos la reforma si, evitando un incorrecto comportamiento de los burócratas públicos, no taponamos la brecha abierta por conductas insostenibles del sector privado, por muy racional que sea individualmente. Porque, y esta es una de las falacias que esta crisis ha mostrado, la suma de comportamientos individuales racionales puede llegar a ser un desastre colectivo. Para muestra, el botón de España.