La controversia a propósito de las dificultades de familias y pequeñas y medianas empresas para conseguir créditos con los que pagar sus deudas y/o mantener su actividad no para de crecer y centra desde hace unos días el debate sobre las vías para salir de una crisis que no cesa de enviar trabajadores al paro, al escalofriante ritmo de 6.000 por día.

La reunión mantenida el lunes en en el palacio de la Moncloa por el presidente del Gobierno con los máximos responsables de las seis principales entidades financieras españolas --tres bancos y tres cajas de ahorros-- fue convocada para estudiar cómo las ayudas públicas al sistema financiero en forma de avales e inyecciones de liquidez se transformaban en la apertura de financiación para personas que buscan un préstamo hipotecario y para empresas que dependen del crédito para mantener su actividad. Pues bien, a la vista de las reacciones posteriores de unos y de otros, no cabe otro remedio que decir que esa reunión resultó ser un fracaso estrepitoso.

En los días posteriores a esa cita, no han cesado las más diversas declaraciones --con la clamorosa excepción del PP, cuyos dirigentes guardan un silencio que, con la que está cayendo, cabe calificar de impresentable-- sobre el papel que está jugando la banca en la crisis, hasta el punto que algunas entidades financieras, temerosas de quedar ante la opinión pública como los villanos de la película, no han dudado en lanzar campañas de publicidad dando cuenta de nuevas líneas de crédito generosamente dotadas. El momento más caliente de esa polémica se produjo cuando el ministro de Industria, Miguel Sebastián, afirmó que el Gobierno estaba "perdiendo la paciencia" con la banca. Fue, sin duda, un exceso verbal, pero también el reflejo, algunos podrían decir que no exento de populismo, del gobernante que detecta el malestar de quienes ven que su actividad se ve gravemente alterada por el cierre del crédito.

Emilio Botín, presidente del Santander, primer banco español y uno de los más importantes del mundo, vino después a añadir otro punto de vista. Según Botín, es "imposible" que el crédito aumente en la actual situación económica. Es más, sería, según él, un "flaco favor" dar préstamos "de manera irresponsable" a quienes carecen de solvencia. Tiene razón. Pero es tan de sentido común lo que dice el banquero que las voces que piden que el dinero tiene que circular no están reclamando que los bancos den créditos de alto riesgo --lo que sería caer en el mismo error que nos ha llevado a la crisis actual--, sino que atiendan, además de a sus balances, a las necesidad de financiación de empresas viables pero que nada tienen que hacer en el contexto actual sin el respaldo de una financiación a un precio razonable. En Extremadura, sin ir más lejos, ya ha habido empresarios que han aparecido públicamente pidiendo créditos no para operaciones de riesgo, sino para mantener el tejido productivo, que no es lo mismo.