Esta semana reflexionaba sobre la paradoja que se estaba produciendo entre lo virtual y lo real, os explico mejor, muchas y muchos de vosotros conocéis mi interés en el estudio de nuestra comunicación a través de la Red, de cómo somos capaces de transmitir nuestros mensajes en las redes sociales, en una página web, y de cómo a través de la utilización de emoticonos y otras estrategias conseguíamos mantener conversaciones que emulaban a la perfección una charla cara a cara; esto es una realidad cotidiana.

Doy besos virtuales a mis amigas a diario y las siento a mi lado, aunque estén en Plasencia, en Salamanca, en Cáceres, en Badajoz... son besos reales. Todas y todos los que conocéis sabéis también de mi gusto por besar, abrazar y hacer de la afectividad una bandera, eso que ahora se pide de que la mirada cobre una importancia capital, para mí es una obligación, la mirada es siempre la limpieza de la verdad y de cómo estamos: es el espejo de la realidad más absoluta.

Estos días nos recomiendan que no besemos, que no nos abracemos, pero existen tantas maneras de comunicarnos que no debe suponer ningún esfuerzo cambiar nuestros hábitos, ya contamos con nuevas herramientas para ello, además de hacerlo con la satisfacción de obrar por el bien común. Podría utilizar una frase que he escuchado estos días, no besarnos y abrazarnos ahora para hacerlo más fuerte mañana.

El coronavirus ha impuestos nuevas indicaciones, indicaciones por parte de las autoridades sanitarias que no nacen de un capricho sino del estudio riguroso de expertos y autoridades, que evalúan día a día y caso a caso, qué sucede para pautar qué haremos, todos y todas, al día siguiente. Algo que hace plantearme que, si en estos días existe una paradoja entre lo virtual y lo real en nuestras relaciones, también en este momento, aparece otra: en esta sociedad tan individualista los grandes desafíos los afrontaremos si tenemos todos y todas consciencia y responsabilidad colectiva, ser consciente que nuestras acciones serán parte de la solución: intentar no contagiarse por el egoísmo propio de no enfermar sino evitar no contagiarse para no contagiar al resto. Pensar en no hacer acopio para que el resto pueda compartir, no visitar a alguien vulnerable porque el amor hacia ellos es superior a la restricción...

En estos momentos, más que nunca, tenemos que demostrar que somos una sociedad cohesionada, unida, donde no existen diferencias ideológicas si se trata del bien común, si todas y todos actuamos responsablemente saldremos más fuertes, una sociedad más reforzada.

El lunes estarán todas y todos nuestros escolares en los hogares, pensemos en dejarles una sociedad donde en el fututo los besos y los abrazos sean más fuertes, si eso sucede es que habremos hecho bien las cosas, pensemos en ello, en la satisfacción del esfuerzo colectivo, en el futuro y la sociedad que dejaremos.

*Filóloga y diputada del PSOE.