El año pasado, durante el verano, cada día fallecieron en la carretera una media de 4 personas y 15 resultaron heridas gravemente. Este es el resumen escalofriante de los 260 muertos y 940 heridos entre julio y agosto, el periodo anual en el que se concentra la mayor cantidad de accidentes de tráfico de todo el ejercicio (uno de cada cuatro, aproximadamente). Por este motivo, la Dirección General de Tráfico ha puesto en marcha un dispositivo especial que ya empezó a funcionar a finales de junio y que estará en vigor hasta primeros de setiembre, con el objetivo de concienciar a la población y de implantar una serie de medidas tendentes a reducir los siniestros. Se prevén un total de 90 millones de desplazamientos, entre los cuales los de largo recorrido característicos de estas épocas y los traslados concentrados con más intensidad en los fines de semana y en carreteras convencionales, allí donde se producen el 76% de los accidentes. El dispositivo contempla un aumento de 300 agentes de la Guardia Civil, un ambicioso plan de control preventivo de la alcoholemia, con 900.000 pruebas a realizar durante el verano, 20 nuevos radares operativos y campañas de vigilancia específica para motocicletas y ciclismos y contra los excesos de velocidad.

En Extremadura, aunque se produjo un descenso en la siniestralidad, las cifras no nos hacen ser una isla aparte. Las vías interurbanas y urbanas extremeñas registraron el año pasado 51 fallecidos en accidentes de tráfico, once menos que los contabilizados en 2017. De ellos, 32 se produjeron en la provincia de Badajoz y 19 en la de Cáceres.

Como han hecho notar los responsables de Tráfico, uno de los problemas más acuciantes es el aumento de fallecidos (un 43,4% del total) que conducían bajo los efectos del alcohol y, con una tendencia al alza, de las drogas. Tanto el mantenimiento de los controles antidroga (España es el país de la UE con un índice más alto de prevención), como la exhaustividad de los controles de alcoholemia anunciados en el dispositivo del 2019, o como las medidas de concienciación («El verano está lleno de vida… y de vidas», reza la última campaña que estos días se intensifica), deberían poder evitar la cifra que en el 2018 significó un aumento, en relación al verano anterior, del 15% de los fallecidos en carretera. Cualquier prevención es poca y cualquier aviso es pertinente cuando de lo que se trata es de salvar vidas.