El proceso de unidad europea está atravesando por una etapa de delicado enfriamiento, por un estado de indefinición donde priman más los intereses nacionales que la conformación de ese espacio común que entre todos estamos llamados a construir. El escaso crecimiento económico experimentado por alguno de los países pioneros, contribuyó a que las últimas ampliaciones no gozaran de aquel entusiasmo solidario mostrado en los inicios, y donde antes floreció con pujanza la idea de Europa, ahora crecen las hierbas negras de la desorientación y el desencanto.

En esta cumbre de Bruselas celebrada entre los jefes de estado y de gobierno de la UE, cada vez son más las cuestiones que se van quedando sin resolver, como el tratado constitucional que, tras el fracaso cosechado en el referéndum de Francia y de Holanda, ha vivido un periodo de bloqueo y de inexplicable estancamiento, sobre el que nadie se atreve a pronunciarse, al menos hasta que pasen las elecciones presidenciales francesas. Tampoco ayudó la imagen de división ofrecida por los países europeos ante la invasión de Irak, donde discrepancias internas impidieron dar una respuesta de consenso. Esta falta de unanimidad reabrió una profunda brecha afectiva en la historia de la política de alianza de la UE.

La negociación de los presupuestos para el periodo 2007-2013, fue otra larga y tediosa batalla llena de penosas contradicciones, donde se antepuso la teoría de la Europa de los mercaderes a cualquier consideración de carácter solidario. Otras muchas controversias han ido surgiendo a lo largo de estos últimos años, como las referidas a las políticas energéticas, donde Polonia bloqueó la renovación del acuerdo con Rusia, tampoco se consiguieron aprobar algunas cuestiones relacionadas con la fiscalidad, el IVA, y la Justicia, se vetó la financiación del transporte en posibles casos de desastres naturales, a lo que hay que añadir, el hasta ahora total desentendimiento en todo lo concerniente con la inmigración ilegal.

Estamos refiriéndonos a una Europa carente de liderazgo en lo personal y en lo político, que no cuenta ya con el patrocinio que en otro tiempo ejercieron aquellos países que abanderaron el proyecto, por lo que una idea alumbrada con una clara intención de alternancia respecto a la hegemonía de EEUU, se ha visto lamentablemente relegada y alejada de este propósito, no sólo en aspectos económicos sino también en los referidos a la influencia en política exterior.

XUNO DEx los temas más escabrosos a los que han tenido que enfrentarse en esta cumbre, ha sido el de la adhesión de Turquía. Existe una clara divergencia entre países como el Reino Unido, España, Suecia e Italia que se muestran favorables a su integración, y otros como Francia, Alemania, Grecia y Chipre que prefieren darle largas, a considerar que Turquía, además de no cumplir con los requisitos mínimos exigidos, presenta un modelo de sociedad y de Estado diferente al del resto de Europa, con leyes incompatibles con el orden occidental.

En esta cumbre se ha pospuesto la ampliación de las fronteras, salvo las próximas incorporaciones de Rumanía y Bulgaria, apostando más por la consolidación del actual marco institucional hasta digerir las recientes ampliaciones, y tratando de dar un nuevo impulso a las políticas comunes.

España desde su insistencia, ha logrado hacer comprender a Europa el error que suponía mantenerse al margen de la inmigración irregular, puesto que nuestro país es únicamente la puerta de entrada del problema. Por fin el Consejo Europeo se ha situado del lado de la coherencia del compromiso y de la solidaridad, con medidas muy favorables a las pretensiones españolas, destinando para los próximos siete años la cantidad de 4.000 millones de euros desglosados en varios apartados, entre los que destacan los referidos a la lucha contra el empleo ilegal, mejoras tecnológicas para fortalecer el control de fronteras, el fomento de la integración, políticas de retorno, de ayuda a los refugiados, al tiempo que aumenta el personal y el presupuesto destinado a Frontex, Agencia Europea de Fronteras.

Pero lo más gratificante de esta cumbre ha sido el cambio de actitud experimentado por la UE, asumiendo como propio el problema de la inmigración irregular, al suscribir una política global que establece los mecanismos pertinentes para una adecuada cooperación y coordinación entre los diferentes países miembros, tratando el tema de la inmigración en su conjunto, y no sólo adoptando medidas de carácter disuasorio o meramente represivos.

*Profesor