TItnglaterra no es Noruega. Saben bien lo que es el terrorismo, las huelgas y saben muy bien que son vulnerables como lo evidencian las extraordinarias medidas de seguridad a las que hay que someterse cuando se quiere visitar alguno de sus extraordinarios edificios. Los británicos no viven precisamente en una idílica burbuja pero aún así se han sorprendido. Están desconcertados ante el inesperado brote de extrema violencia que ha llevado a la calle a jóvenes y no tan jóvenes, perfectamente organizados, envueltos en capuchas --no se sabe si para que nadie les reconozca o para no mirarse a si mismos-- y dispuestos a arramblar con todo lo que han encontrado a su paso. Su desprecio a los derechos ajenos, su infame chulería ante ciudadanos pacíficos, su arrogancia ante la policía han llevado a que el Gobierno, de manera bien diligente, haya captado la necesidad de dar una respuesta de país.

Cameron dejó sus vacaciones y ayer mismo el Parlamento habló con una sola voz. Gobierno y oposición dijeron a sus ciudadanos que no están desprotegidos y a los causantes de tantos estragos que nada de lo que han hecho va a salir gratis. Frente a vandalismo no hay más opción que una respuesta tajante, una acción decidida de las instituciones democráticas y una aplicación inteligente de las leyes también democráticas. Esta legítima contundencia, además de obligada es imprescindible para evitar cualquier tentación de aplicar la justicia por su mano. Dudar, comprender, lo ocurrido es tanto como dejarles la puerta abierta a que crean que algo de razón tenían cuando saqueaban tiendas y negocios.

Tiene razón Cameron cuando afirma que la pobreza no es razón para la violencia. No la justifica. Es verdad que la miseria no ayuda, pero lo ocurrido en Inglaterra tiene más que ver con la miseria cultural y moral. Con la ausencia de límites siempre imprescindibles para una convivencia en paz.

Tenemos que asumir todos que en nuestras avanzadas y sólidas sociedades siempre ha habido y siempre habrá un porcentaje de gente dispuesta al cuanto peor mejor. Es un porcentaje minoritario, pero existe. Lo importante es que sepan de antemano que sus desmanes van a tener respuesta y la democracia británica, afortunadamente, está sabiendo darla.