La comparecencia del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el martes en Palma después de despachar con el Rey, volvió a tener el tono triunfalista que impregna los discursos del PSOE en este tramo final de la legislatura.

Olvidados los tumultuosos meses de debate del Estatut y los del proceso de final dialogado del terrorismo de ETA, Zapatero parece ahora centrado en presentar un balance económico brillante para revalidar en marzo del 2008 su actual mayoría sin nuevos sobresaltos. Por si acaso, lo hace sin olvidar nunca las referencias a Catalunya, comunidad que viene aportando un buen número de escaños al grupo socialista del Congreso de los Diputados.

Por lo demás, Zapatero respaldó a la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, blanco de las críticas de todos los grupos. Pese a haber tardado unos días en mostrar en público su apoyo a Alvarez, el presidente lo hizo con contundencia. No se puede destituir a una ministra que lleva entre manos una gran modernización del país.

Y lo justificó con unas cuantas grandilocuentes profecías: España será en tres años líder mundial de kilómetros de alta velocidad y campeón europeo de kilómetros de autovía. Sería fantástico que tan deslumbrante porvenir llegara acompañado de una mejora efectiva de los servicios básicos del día a día --Cercanías, red eléctrica, autopistas--, esos que facilitan la vida cotidiana de la gente.