TVtivimos de la imagen, ésta nos catapulca o nos hace desgraciado. Parecemos valer tanto como podemos mostrar. Son muchas las personas que sucumben al estereotipo que de ellas tienen los demás. Y así una puede ser todo, menos lo que realmente es. Esto pasa en este occidente, tan civilizado y tan tolerante. Un reciente informe indica que la mayoría de los jóvenes necesitan ir a la moda para sentirse en grupo y denotando una escasa prevalencia de su propia personalidad.

A mí esto me parece una solemne tontería; quizá donde yo me revelé contra esto fue cuando, en medio de las favelas de Foz de Igua§u, encontré a una joven, minimizada por su enfermedad, postrada en una cuna desde que nació. Y observé cómo aquel entorno que parecía hostil y fuera de lugar, era capaz de residenciar toda la capacidad de tolerancia hacia aquella mujer, que seguía sonriendo en mi presencia. Ahí pude descubrir la verdadera grandeza del ser humano, de aquellas gentes que reían, que auxiliaban a aquel ser tan extraordinario, en cierta manera. Para muchos de los que se parapetan tras su imagen, aquello era una gran tragedia. Y sin duda lo era, pero también era extraordinario poder apreciar la belleza de la mujer y el valor solidario de su familia. Su vida no era su imagen.

*Abogada