No la califican de evacuación o retirada. La consideran una llamada a consultas. Pero la llamen como la llamen, la decisión del Gobierno de apartar de Bagdad a gran parte del personal de la embajada y a los expertos que colaboran con la Administración provisional del virrey estadounidense, Paul Bremer, es un reconocimiento de cómo la mal llamada posguerra se ha degradado hasta convertirse en un caos muy peligroso. La retirada ayer mismo del personal internacional de la ONU, organización que fue víctima de un mortífero atentado, demuestra suficientemente la gravedad de la situación. Llegados a esta evacuación disfrazada y envuelta de declaraciones, como siempre confusas y poco aclaratorias, de la ministra Ana Palacio, el Gobierno no puede sustraerse a dar explicaciones en el Congreso. Se hace necesario un debate sobre la continuidad de las tropas españolas en Irak, tropas que ya fueron enviadas sin una verdadera discusión política en la sede parlamentaria. En su arrogancia y desprecio por las instituciones, el PP ha dicho claramente que considera "innecesario" tal debate. Los hombres destacados en Irak, que dentro de mes y medio serán mayoritariamente extremeños, no se merecen tal cerrazón.