Sin tiempo apenas para coger aire, son muchos los frentes abiertos ahora para el socialismo español. De ellos, el prioritario, formar un gobierno estable tras los resultados de la noche del pasado domingo. Pero sin salir de Extremadura, y al margen del claro vuelco que también arrojaron las urnas regionales para la formación que lidera Zapatero , conviene reparar en el escenario que tiene ante sí nuestra comunidad. Y, por consiguiente, nuestra clase política y dirigente.

Es indudable que, sobre el papel y con un gobierno amigo en Madrid, se dan todas las condiciones ambientales para que el viento sople a favor del desarrollo definitivo de nuestra comunidad. Y también es cierto que poco o nada benefició a Extremadura el clima de crispación instalado sobre el tapete de las relaciones de las autonomías con el Gobierno central que impulsó, con su modelo, el PP de Aznar . En esta legislatura, son muchas las expectativas. Tantas, como promesas realizadas antes y durante la campaña por el entonces candidato socialista. Pero no sólo de él, una vez llegue a La Moncloa, va a depender el cumplimiento de esos objetivos. También será un reto para nuestra clase dirigente, que tendrá que demostrar su capacidad para sacar el mejor partido a esta nueva etapa.