En el año 1995, la Unesco proclamó la Declaración de Principios sobre la Tolerancia y fijó el 16 de noviembre como el Día Internacional de la Tolerancia. El artículo primero de esta declaración dice que «la tolerancia consiste en la armonía en la diferencia» y añade que la tolerancia «no solo es un deber moral, sino también una exigencia jurídica y política», para acabar afirmando que la tolerancia es «la virtud que hace posible la paz».

La tolerancia comporta el reconocimiento del otro y la aceptación de la diversidad. Tiene como presuposición la dignidad de toda persona humana y el respeto a la misma. Parte de la asunción del principio ético fundamental proclamado en el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos».

La tolerancia ve en el pluralismo una riqueza y una oportunidad para construir una sociedad fundamentada en el respeto a la dignidad del otro. Por este motivo, tolerancia implica diálogo; saber escuchar al otro y saber exponer las propias ideas sin imponerlas, esforzándose en encontrar puntos de conexión.

Estaría bien que todos los nuevos diputados y diputadas -elegidos en las urnas que expresan la diversidad de la sociedad- sean conscientes de lo que quiere decir ser tolerante y se esfuercen, sinceramente, en dialogar, para lograr el bien común.