XCxorrecto, casi versallesco en algunos momentos, ha resultado el debate de investidura de Zapatero. Brillante y sólido el ya presidente y sólido también el jefe de la oposición. Casi todos los intervinientes han querido evitar los roces y se han eludido descalificaciones. En fin, un debate formalmente de libro, que sería la envidia de cualquier vieja democracia europea, si no hubiese planeado a lo largo de todo el debate la cuestión territorial casi como eje del mismo. Están muy alejadas las formas de concebir el Estado y desde las posiciones soberanistas, se busca el reconocimiento de atributos y competencias conducentes a una independencia de hecho. Desde las selecciones deportivas al control de puertos y aeropuertos, pasando por el reconocimiento de nacionalidades.

El artículo II de la Constitución habla de que España la forman nacionalidades y regiones. Habilidad semántica en su día para conseguir consensos, que pasa 25 años después una tremenda factura a pagar con intereses añadidos. Zapatero ha pedido paciencia y tiempo, dando a entender la posibilidad de nuevas formas de pago que permitan cancelar tan onerosa factura. Ojalá tenga éxito, porque mucho más allá de votar izquierdas o derechas, PSOE o PP, lo que se decida en este sentido a todos nos afecta.

El reciente pasado nos demuestra que las tentaciones nacionalistas acaban tarde o temprano pasando factura. Lo que se diga, mucho más lo que se haga, en los aspectos estructurales del Estado tiene un claro carácter de irreversibilidad. Si las concesiones van mas allá de lo razonable, por mucho que digamos que el Estado existe, la realidad será muy otra y las realidades al final se imponen. Zapatero ha pedido tiempo, no esta muy claro si va a disponer del mismo. Su habilidad en el debate nos produce una tranquilidad vigilante. Pero está claro que esta legislatura no va a ser una legislatura más, puede acabar siendo la más importante después de la constituyente.

Rajoy ha dado también cierta tranquilidad, y su responsabilidad como jefe de la oposición es mucho mayor que la que tuvo Aznar en su momento, debiendo huir de la tentación de poner al gobierno en minoría en situaciones que afecten a los intereses vitales del Estado.

De entre todos los pactos posibles, incluyendo el antiterrorista, el pacto tácito o expreso que garantice una estructura territorial normalizada del Estado es el más importante de todos. Por eso el obcecarse en no admitir aquellas reformas constitucionales, tales como la reforma del Senado para convertirla en una cámara auténticamente territorial, no favorece a nadie, y desde luego ni a España ni a los españoles.

En democracia las mayorías respetan a las minorías, pero se imponen a éstas por la fuerza de los votos. Es legítimo ser soberanista y es igualmente legítimo impedir por la fuerza de las mayorías en las cámaras que los objetivos soberanistas tengan éxito. No sólo en que alcancen sus fines, trauma de impensables consecuencias aun estando dentro de la UE, sino que se cubran las etapas de una carrera cuya etapa final sería la independencia.

Mucho fue el tiempo dedicado al terrorismo, tanto al etarra como al islamita, pero aquí el consenso es más fácil, particularmente en lo que al terrorismo islámico se refiere. Algunas dificultades mayores hay respecto al etarra, pero no es tanto por este terrorismo en sí como por convertirlo en baza de sensibilidad política en los conflictos territoriales y las posiciones del PNV y de Ezquerra Republicana, hay que entenderlos en este sentido.

Mayor influencia va a tener el terrorismo islamita en los posicionamientos internacionales, pero en esta cuestión Zapatero se mostró muy firme y su vocación pro Naciones Unidas inequívoca.

*Ingeniero