Tiene cara de buena persona este ministro. Y ejerce de ello. Tan pronto felicita a Sofía Castañón, que recita versos de Marcos Ana en la Comisión de Cultura del Congreso, como se plantea cambiar el IVA cultural o arreglar el triste asunto de la pensión de los creadores.

En verdad lo tenía fácil. Ser más agradable y conciliador que Wert era pan comido. Y tener más sentido común y menos prepotencia tampoco era complicado. Se vende como el ministro de los acuerdos y de los pactos, y todos parecen contentos. Esta semana andan felicitándose unos a otros por la eliminación de las reválidas, ese monstruo terrorífico que parecía lo peor de la reforma.

Pero no, no era lo peor, aunque sí lo más mediático. Todos los partidos se ufanan de haberlo conseguido, y nos quedamos tan contentos. De educación, lo que se dice educación, no dicen nada. Como si a alguien fuera a importarle una ley en condiciones. En este país ha habido un acoso y derribo al sistema educativo que han machacado todos los políticos de turno, según gobernaban.

De esos polvos vienen estos lodos que todos se sacuden ahora mientras se vanaglorian de haber eliminado las reválidas. Nadie se acuerda ya de la demencia de la ESO, de obligar a niños de doce años a convivir con adultos, de la falacia estúpida del bilingüismo, del auge de la tecnología que quedó en nada, de las reformas universitarias que obligan a pagar un máster para millonarios que ni siquiera garantiza un trabajo. Nadie dice nada del fracaso escolar, del problema de los repetidores, de los maestros y profesores vilipendiados en la sociedad, del hundimiento de las humanidades, de los centros que se caen a trozos porque no hay presupuesto o que se inundan como en Valencia, donde los estudiantes acuden a barracones que se levantaron de forma provisional hace muchos años.

Tiene cara de buena persona este ministro, sí. Y yo también me alegro de la eliminación de las reválidas. Pero con su cara y mi alegría no se soluciona nada, el problema de fondo continúa, y la educación no volverá a importar a nadie hasta el titular que viene.