Lo confieso: yo también fui una de esas adolescentes sobradas e ignorantes que renegaba del Día de la Mujer. Durante unos pocos años estuve convencida de que la efeméride no era más que una excusa manida de unas cuantas hippies trasnochadas para salir a la calle a reivindicar una igualdad que para mí, era de Perogrullo. Pero la soberbia de aquella inocencia propia de la edad se dio muy pronto de bruces con la realidad, no siempre amable, que se ríe a diario a carcajadas de las pretensiones de equidad de las féminas. Y aprendí, que aunque me reviente, porque me sigue reventando tener que recordar un año más que aún nos queda mucho por andar, esa visualización es necesaria. Y es nuestro derecho hacerlo si nos da la gana y si no, también. Porque aunque siempre hay quien trivialice las demandas de esta celebración, nos sobran los motivos. Y la vida, la actualidad, nos da razones contundentes a diario, para no dejar que este 8 de marzo pase sin pena ni gloria.

Aunque muchos se empeñen en silenciar el día y critiquen a quienes convocan las marchas basándose meramente en su género. Hipócritas disfrazados de defensores del bien común que llenan las Redes Sociales de comentarios machistas. Cuánto odio y cuánto miedo. Porque a las mujeres por culparnos, se nos culpa hasta de la expulsión del paraíso y del pecado original, que no se les olvide. Y en estos tiempos de predicadores e 'iluminados', hay hasta quien asegura, y se queda tan ancho, que el inicio de lo peor de esta pandemia fue causado por las manifestaciones del 8-M del año pasado. Y con esa 'verdad irrefutable' bajo el brazo, esos pretendidos defensores de la salud pública, demandan a voz en grito y con la cerveza en la mano, en muchos casos, que hoy las señoras se queden en sus casas. Y de algo han debido de servir sin duda sus arengas, porque en algunas comunidades autónomas, como Madrid, se ha prohibido cualquier tipo de marcha relacionada con la celebración del Día Internacional de la Mujer. Y desde el Gobierno central, han anunciado que ninguno de sus miembros acudirá a los actos convocados.

Tiene toda la ironía y hasta su gracia, que utilicen el coronavirus como excusa para justificar sus posiciones, como si el llamado 'sexo débil' no supiera la seriedad del asunto o se lo tomara a pitorreo, vaya. Cuando la ONU estima que 47 millones de mujeres y niñas alrededor del mundo caerán por debajo del umbral de la pobreza, como resultado de esta crisis sanitaria. También advierte que ha aumentado más si cabe una brecha salarial entre los géneros, que cada vez parece más irreparable. Y solo hay que mirar los datos de desempleo del pasado mes de febrero para ver que en España, el 70% de las personas que perdieron su trabajo, eran mujeres; y el 58% del total de los cuatro millones de parados españoles de la actualidad, también lo son.

Y todo esto pese a que todos los informes y el más común de los sentidos confirman que las féminas han apechugado con los mayores ajustes y retos que el 'bicho' ha arrojado a nuestras vidas. La que más y la que menos hace verdaderos malabarismos para compaginar todas las facetas de su vida con las restricciones y seguir sonriendo. De hecho, la ONU advierte de que «están realizando significativamente más tareas domésticas y laborales de cuidados en familia». Y en un informe demoledor plantea «el riesgo real de volver a los estereotipos de género de los años 50». Pero al parecer nada de eso justifica que salgan a la calle a protestar. Ni lo son las ‘manadas’, ni todas las muertas y maltratadas a manos de sus compañeros sentimentales, que durante los meses de encierro han tenido que convivir con miedos y amenazas muchos más reales que cualquier virus.

Nos hemos ganado con creces nuestro derecho al pataleo. Y si los negacionistas, los pijos madrileños o los hosteleros se manifestaron en tiempos de pandemia y no se acabó el mundo, también nosotras deberíamos poder plantear hoy nuestras reivindicaciones con precaución y respeto. O decidir hacerlo desde casa o desde cualquier otra plataforma. Hagamos lo que hagamos, habrá quien lo critique. Porque la realidad es que nos podemos sentir tan empoderadas como la moda actual se empeñe en llamarlo, pero ser mujer sigue siendo una batalla diaria y por eso no podemos, ni debemos dejar de luchar.

*Periodista