Las restricciones a la circulación de vehículos en el recinto intramuros cacereño, un proyecto que lleva un año arrastrando la polémica, se pusieron ayer en marcha con la consiguiente y previsible sorpresa de muchos conductores. Pero lejos de valorar un proyecto que la corporación local ha tardado dos años en acometer y que retoma una iniciativa del anterior equipo de gobierno, viene al caso analizar ahora el efecto que tendrá la medida sobre la vida de una de las áreas de mayor proyección turística de Extremadura, por no decir una de sus joyas.

Pero la revitalización del casco histórico cacereño no pasa solamente por fomentar la excelencia turística a través de planes específicos, como ahora se está llevando a cabo, sino que requiere de una actuación global, con el objetivo de hacer de dicha zona una de las más dinámicas de la ciudad. Ello pasa por un plan integral que fomente, siempre con el respeto al entorno, la implantación de un sector terciario especializado, ya sea a través de talleres artesanales o de establecimientos de restauración, iniciativas que en algunos casos han sido garantía de éxito. La vía de la diferenciación por el lado de la oferta es básica para dinamizar un enclave que siempre será referencia en Extremadura y debería serlo también en media España.