WLw a apelación de ayer del Rey a la necesaria unidad para acabar con el terrorismo no es un lugar común. Nunca lo ha sido y menos en las actuales circunstancias. De la anunciada comparecencia de Zapatero en el Congreso para hablar de la ruptura del alto el fuego por parte de ETA y de la estrategia a seguir a partir de ahora sólo debería poder salir un mensaje a los españoles: el de que todas las fuerzas democráticas se unen contra el terror. Sin fisuras. Supeditando a ello sus legítimas diferencias. Si por el contrario, la conclusión del debate parlamentario es que los partidos han dedicado su tiempo a un estéril cruce de reproches, entonces la banda terrorista bien podrá decir que se ha apuntado un tanto frente a los demócratas. Y ya hay signos que no invitan al optimismo: la AVT, tan cercana al PP, no está dispuesta a manifestarse en Madrid junto a las asociaciones de ecuatorianos para protestar por el asesinato de dos de sus connacionales en el atentado de Barajas, porque no está previsto que esa marcha sea también contra el Gobierno. Zapatero, por su parte, quiso cortar de raíz toda interpretación de que se ha mostrado ambiguo sobre la continuidad del diálogo con ETA. El proceso, dijo ayer, ha llegado al "punto y final". Ahora bien, su negativa a admitir que el desconocimiento de lo que iba a ocurrir el día 30 en Barajas pudiera deberse a un error en el trabajo policial y de información abre algunos interrogantes. Porque error parece claro que lo hubo: un análisis equivocado de los mensajes de la banda, quizá; una deficiente evaluación de los episodios que indicaban que ETA se estaba rearmando, seguro. Si el error no es policial es que es político.