XHxay a quienes les gusta jugar con curiosas ficciones históricas, y hacen toda una teoría sobre la base de invertir la realidad de un suceso; por ejemplo, describen la Europa resultante de haber ganado Napoleón la batalla de Waterloo, que como es sabido la perdió el emperador francés o la reislamización hispana como consecuencia de la victoria musulmana de Las Navas de Tolosa, conocida por los historiadores árabes como la batalla del desastre, ya que significó el eclipse militar del Islam en la península. Estas ficciones literarias, denominadas ucronías, tienen un interés limitado, que está más unido a la calidad del autor que a la ucronía histórica que se desarrolla, y unas veces entretienen mucho y otras menos, en cualquier caso algo inocente. Nada inocente y bastante más peligrosa resulta la cuestión, cuando se convierte en ideario político y se intenta a la hora de gobernar ignorar el peso de la historia.

Los nacionalismos radicales son muy dados a retorcer la historia y a convertir quimeras en objetivos posibles de conseguir. Europa está llena de ejemplos que van desde los alemanes que reclaman Prusia Oriental y que los Sudetes vuelvan a ser alemanes, a los partidarios de la Gran Albania, pasando por los que aspiran a la Gran Hungría. Prudentemente, la futura Constitución europea habla de la Europa de los Estados y sacraliza sus actuales fronteras.

En España también tenemos nuestros nacionalismos, de todo pelo y de toda lacha, y su ucronía más favorita es que los Reyes Católicos no existieron, o si existieron no se casaron, o si se casaron se divorciaron. Y la verdad, es que a uno nunca le entusiasmó la política de los Reyes Católicos, con la óptica de hoy, fue algo muy feo lo de la expulsión de los judíos y probablemente innecesaria la conquista de Granada.

Y si además te tocó sufrir aquello de "de Isabel y Fernando el espíritu impera, moriremos besando la sagrada bandera", que para radicales nacionalistas estos también; creo que varias generaciones quedamos ahítas de tanto nacionalismo. Pero superados los traumas, sí puede afirmarse, que los Reyes Católicos existieron, se casaron y no se divorciaron. Dice la Biblia, que los hombres ensoberbecidos quisieron llegar al Cielo y se pusieron a construir una torre tan alta que lo alcanzase, la famosa Torre de Babel, lo que enfadó a Dios sobremanera y les condenó a no entenderse, naciendo así las distintas lenguas. Lo que aparte de ilustrarnos sobre el humor de Dios, nos indica los esfuerzos que debemos hacer, para convertir la maldición bíblica en una bendición.

Los nacionalistas radicales extreman a veces, tanto esta cuestión, que se diría de alguno de ellos que son descendientes directos de los constructores de la conocida torre, cuyo nombre por cierto, queda como sinónimo de confusión, y alguno hay que vive deliciosamente montando una Babel.

Ya en el siglo XXI y en España, habrá pocos ciudadanos que no vean nuestro plurilingüismo como una cosa natural, que su utilización uso y desarrollo esté totalmente normalizado y que las manifestaciones culturales derivadas de las lenguas propias se apoyen y desarrollen. Las proyecciones exteriores derivadas de una lengua, no dependen del Estado, sino obviamente del conocimiento mundial que de esa lengua se tenga.

Siempre se puede bucear en la historia, e intentar emular el Imperio Carolingio, resucitar el antiguo reino Suevo, o bucear en el Califato de Córdoba. Lo importante de estas ocurrencias son sus intenciones últimas, su utilidad y su utilización.

Inventos que favorezcan la convivencia, todos. Inventos que la perjudiquen, ninguno.

*Ingeniero y director general de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación