TAtnte las imágenes de violencia absurda de los islamistas radicales tras las caricaturas de Alá, uno se pregunta si es posible ya la zapateriana alianza de civilizaciones. Y por mucho que nos digan hasta qué punto esas bromas norte-europeas son inadmisibles en el islamismo, la desproporción es tan grande que no resiste el menor análisis. Entonces se nos asegura: éstos son los fanáticos. Y puede ser, pero es que cada vez hay más fanáticos, cada vez los fanáticos están más en el poder, cada vez el poder de los fanáticos está más cerca de las armas nucleares.

Rezan y matan. Rezan y mueren. Y ya no se sabe dónde está la frontera entre lo uno y lo otro. Cabe preguntarse si esas hordas que arrasan todo lo no islámico se comportarían así si tuvieran que llevar a sus hijos cada mañana al colegio público, pedir hora en una sanidad universal y gratuita, acudir a un puesto de trabajo para pagar una hipoteca o simplemente acudir a un INEM en busca de un empleo o a cobrar el paro. Nos es justo pues, juzgar con parámetros occidentales y desarrollados los desmanes que realizan impulsados por lo único que aún les mantiene su dignidad: una religión que como todas les promete para la otra vida lo que en ésta les niega.

*Periodista