No, no. Esto no va del partido de fútbol y la victoria de la soldadesca italiana, que ya hasta ha terminado la Eurocopa, con victoria de nuestros vecinos portugueses. Tampoco va del riesgo de (aún sabiendo bien los extremeños lo que implica "extremo") irse unos días al sol italiano. Es esa una posibilidad muy asumible; sarna con gusto, no pica. No, tampoco va de eso.

Una vez más durante esta crisis se comprueba una verdad que, en muchas ocasiones, nos ha costado asumir. Es terrible, pero algunos de los errores que nos condujeron a unas circunstancias económicas tan negativas, siguen presentes. Aunque no nos paremos a pensar, como sociedad funcionamos con el piloto automático. Más de lo que creemos, incluso creo que nos rebelamos a aceptar que sea así, y probablemente esa es la causa que conduce a que algunas deficiencias no se corrijan.

Vamos a los datos: la voz de alarma no nació en Roma sino en Berlín. El economista jefe del Deutsche Bank pidió, sin ningún tipo de cortapisa, un genuino rescate bancario: la necesidad de recapitalizar los bancos en Europa en 150.000 millones. Es extraordinario que su "defensa" sea que la inversión "aquí no tiene que ser tan grande como fue en Estados Unidos". Pero aún más que reconozca que la banca europea sigue gravemente enferma tras años de crisis y ayudas poco encubiertas desde el Banco Central que preside Draghi .

Si el problema se ciñera únicamente al Deutsche Bank sería ya grave, dado que el gigante alemán es el mayor banco de inversión de la eurozona y su riesgo se amplia a Estados Unidos (donde acaba de suspender los test de estrés que realiza periódicamente la Reserva Federal). Pero ni la economía es tan "inocente" como en 2008 ni los mecanismos de emergencia que existen ahora los teníamos en aquel momento inicial. Sumemos que la mala salud del banco alemán es más que conocida en los mercados, y desde enero los rumores sobre una insolvencia del banco son públicos. Quizás existe en los mercados una confianza excesiva en una posible acción del gobierno alemán que conjura en cierta medida el peligro, pero nunca han actuado así desde el Reichstag.

CON TODO, el verdadero riesgo para Europa no está ahí. Se calcula que la banca italiana tiene 350.000 millones de euros en activos con problemas y su recapitalización (básica y de urgencia) costaría no menos de 40.000 millones. Cifras que asustan, sobre todo teniendo en cuenta que ha habido medidas para sanear entidades y las repercusiones en cadena que tendría una caída de un sistema bancario en toda Europa.

Es lógico que, ante la premisa de una crisis en el sistema bancario italiano se pregunten cómo hemos llegado a este punto. Porque lo cierto es que, aunque en Italia los problemas tengan esa magnitud, no son sólo problemas exclusivos de esa banca. Sin poner cifras, existen contingencias similares por todo el continente. Hay dos razones básicas.

Primero, nuestra economía está hiperbancarizada. Lo que no es usual en otras economías. Ni en Estados Unidos, ni en China, ni en Latinoamérica, por poner ejemplos. Hay un número que delata el entramado bancario europeo: los activos totales de la banca en Europa superan el 320% del PIB de la Eurozona. Cuando se produjo la quiebra del Lehman Brothers, esos activos no llegaban al 80% del PIB norteamericano. No sólo no hemos reducido el peso de la banca en la economía, sino que lo hemos aumentado.

Segundo, no ha existido un saneamiento real de los créditos dudosos en nuestra banca porque la opción ha sido la "patada hacia delante". Seamos honestos, sin llegar a los números italianos, la banca española aún mantiene créditos inmobiliarios que nunca van a cobrarse y activos ponderados por un valor que nadie pagaría por ellos. Ese es el agujero que ahora presenta Italia y que no nos es, desgraciadamente, ajeno.

Las mismas causas demuestran que "su" problema es de todos. Es sistémico. Tanto los poderes públicos como los votantes han seguido exigiendo de la banca una concesión de crédito que no podían ni debían realizar. Sumen a eso que el modelo de banca tradicional se está rompiendo y que una política agresiva de cobro de comisiones por servicios tiene el tiempo contado. Suficiente para ver que este riesgo tendrá que afrontarse como problema en algún momento.

La economía está mejor preparada para asumir situaciones de crisis. Pero la banca es decisiva en cualquier solución. Así que el problema "italiano" no es tan exclusivo como para pensar que no nos toca.