La rebaja de impuestos es una promesa a la que recurren habitualmente en periodo electoral algunos partidos políticos, sobre todo conservadores. Con vistas al 28-A lo han hecho Ciudadanos y el PP, siendo este último el que ha presentado la propuesta más ambiciosa. Pablo Casado anunció «una revolución fiscal» si llega al Gobierno, eliminando impuestos como el de sucesiones y donaciones nada más llegar a la Moncloa. Hasta ahí, nada que no sea coherente con las tesis económicas del PP. Pero el líder de los populares asegura además que esta intensa rebaja de impuestos vendrá acompañada de un aumento de la recaudación, y eso entra ya en un terreno mucho más incierto, por no decir casi imposible de cumplir.

La lógica impone que, a menos impuestos, menos recaudación y, por consiguiente, menos gasto público. Menos presupuesto para la educación y la sanidad públicas y para infraestructuras. Hay que remontarse al Gobierno de José María Aznar para encontrar una etapa en el que esta fórmula no se cumpliera, es decir, que bajaran los impuestos y a la vez aumentara la recaudación. Un milagro que ahora pretende repetir el PP de Casado, obviando que entre los años 1996 y 2004 (cuando gobernaba Aznar) España atravesaba una situación de bonanza económica y salarios al alza que nada tiene que ver con la actual. Aznar, además, no se limitó a rebajar «todos los impuestos», como quiere hacer ahora el PP, sino que llevó a cabo una profunda reforma que también tuvo sus efectos en la eficiencia del sistema. Los salarios en España no se han recuperado y la desaceleración no aporta buenas señales en el horizonte. Y aunque el déficit público ya está por debajo del 3% del PIB (lo que avala la salida de España de la vigilancia europea por déficit excesivo), el país tendrá que seguir cumpliendo unas estrictas reglas de estabilidad presupuestaria. Cualquier programa que exprese una voluntad de atender el gasto social, por no hablar de cubrir nuevas necesidades tras años de recortes, implica necesariamente subidas fiscales. Puede sonar menos seductor pero es más creíble. Con las condiciones actuales, la mayoría de economistas consultados por este diario recalcan que ahora no es el momento óptimo de una rebaja de impuestos, porque acarreará un fuerte recorte del gasto público. La «revolución fiscal» de Casado es una amenaza al Estado del bienestar, maquillada con promesas imposibles.