No parece que las sutilezas vayan a estar bien vistas y recibidas en el lenguaje de los poderes públicospor un tiempo. Largo. Quizás, me atrevería a decir que mejor que se asuma ya su próxima marginalidad. No, definitivamente, no. Estamos inmersos en el terreno de la textualidad. Con lo que eso conlleva.

Marchando una de témporas y traseros: dos hechos acaecidos esta misma semana. Por un lado, el Tribunal Constitucional alemán ha solicitado aclaración al Banco Central Europeo sobre las compras masivas de bonos soberanos, bajo la premisa de que sin explicación (o insuficiente), no podrá avalar que el país siga contribuyendo con nuevas emisiones al efecto. Realmente, resuelve una cuestión planteada ante el alto tribunal germano en 2015. Y, honestamente, es realmente complicado que entienda que el banco central se extralimitó en su mandato, porque las compras no provocaron un incremento de la inflación en terreno comunitario.

Lo que sí expresa es el cansancio de gran parte de un electorado alemán que ve en el resto de Europa (especialmente, sí, a los «vagos» del sur) como ese granjero que exprime a su vaca fiscal, quitando mucha leche de su propiedad. No es cierto, pero... Difiere escasamente de la visión rápidamente trazada en el resto de Europa, que acusa de insolidaridad a Alemania justo ahora. En medio de la crisis del coronavirus. No es cierto (la megainyección de Lagarde no se ve afectada por esta decisión), pero...

En España, mientras, Ciudadanos pacta con el sanchismo para la prórroga del estado de alarma. Quiero decir, que han hecho textualmente eso. Ni apoyar al gobierno ni darle carta blanca. El partido centrista ha decidido ejercer como tal, obviando sesgos, y, por responsabilidad, sostiene el estado de alarma a cambio de compromisos políticos. Quiero decir, hacer política. En un par de minutos, las redes ardían contra el «bisagrismo», el blanqueamiento y (no voy a decir que sea curioso) con los condescendientes aplausos de otros. Precisamente quienes les calificaban, minutos antes, como fascistas.

¿Qué es todo esto? Poco más que la expresión del miedo. Es imposible no temer ante la perspectiva de lo desconocido. Y es evidente que sea cual sea el diseño de la recuperación social y económica estamos ante el abismo de lo desconocido. Pueden servir modelos, proyecciones y (especialmente) demostraciones científicas. Pero, ahora mismo, lo que funciona es todo lo que proponga soluciones que casen, de la forma más adecuada posible, con nuestros intereses.

Existe un absurdo debate, instalado recientemente, que señala que los liberales nos hemos quedado fuera de juego porque ahora todos debemos acudir al estado. Pero nunca se ha tratado de la desaparición del estado ni de negar su labor asistencial. De hecho, si nos hemos dotado de herramientas administrativas es precisamente para que nos sirvan de útil instrumento en momentos tan complicados como el que afrontamos. Sí, en cambio, de evitar que el estado extendiera sus tentáculos desmedidamente, invadiendo y compitiendo donde el ciudadano, individual o socialmente, se basta para organizarse. Sobre todo, porque esa amplificación toma siempre forma política. Y como tal se usa.

Será difícil que volvamos a conceder el poder que ahora mismo estamos otorgando a los gobiernos. Queremos que nuestras preocupaciones, todas, sean atendidas. Ahí está la tentación de abrazarnos a soluciones públicas que sólo deben ser temporales. Contundentes, prácticas, pero nacidas para extinguirse.

Pero, claro está, no estamos para sutilezas. De ahí, el lenguaje directo que rehúye el detalle. Fíjense que el gobierno español ha preferido repartir dinero a aplazar, suspender o eliminar impuestos. Corremos el riesgo de convertir medidas asistenciales en universales e indiscriminadas y permanentes, de que se decida con criterios solo políticos el destino de ingentes recursos públicos, de aumentar nuestra carga en forma de deuda sin reducir el desempleo, que es el camino más corto para generar desigualdad.

En definitiva, un populismo de estado bajo la premisa de brindar una (falsa) sensación de seguridad y amparo. Entiendo que hay tentaciones. Demasiadas.

*Abogado. Especialista en finanzas.