El Estatuto Andaluz defiende la gestión en exclusiva de la cuenca del Guadalquivir. En esa cuenca hay un buen trozo de la provincia de Badajoz, que como se sabe no es Andalucía. Y ahí empieza la riña, en una zona donde las fronteras no existían y ahora las pone el aprecio de lo propio con desprecio de lo ajeno. Es la época que nos toca, la de las idiosincrasias y diferencias, y la de cierto exceso. En esta España que se diseña, con los estatutos deseando cada vez abarcar más competencias, al que madruga Dios le ayuda, y yo no sé si quien no quiere tocar el suyo comete un error y perderá la silla de Sevilla y la cuenca, y se va a dejar poner puertas al campo, ante el exacerbado amor a la patria chica, con olvido de la grande y común.

Parece cierta la afirmación de J. B. Vico de que la historia es un movimiento y que a cada movimiento corresponde una sociedad distinta en pensamiento, creencias y costumbres, religión y moral. Y estamos en esa época diferente tras el descalabro de la España del Cid , del honor calderoniano, de Ledesma y Maeztu , que sólo existe en el cerebro o lo que sea, de Acebes , emperrado en un ente de razón, más que en un ente de nación.

Estamos en la pasión por lo autonómico, que si bien no deja de ser una reacción contra la utopía de un mundo remoto, de ideas uniformes y valores superiores, tampoco deja de ser complejo y hasta utópico en sí mismo. Surge lo particular, lo local, las cuencas propias, la poza y el canal privado, la idiosincrasia, que no deja de ser una progresiva reivindicación de las sociedades pequeñas frente a las sociedades animadas de designios y destinos en lo universal. Pero en esa exaltación de lo propio anida la bicha: de la defensa de la singularidad se pasa a la superioridad y a una misión histórica que dicen tener unos frente a los demás: nace el nacionalismo, sus largos tentáculos y la larga secuencia de la estulticia y paranoia.

Que Andalucía se meta en actitudes nacionalistas, no es lo esperado, y aún menos que exhiba actitudes imperialistas a cargo de identidades y conciencias históricas que llevan otros ecos y otras lastimosas disminuciones mentales ajenas a su tradición y sus anales.

Más pronto que tarde habrá que demandar alguna pauta superior que asiente tanto esquizoide, narcisista y desaforado reino de taifa.

*Licenciado en Filología