En las guías turísticas cacereñas figura desde hace tiempo, como uno de los rincones más típicos de su trama histórica: el llamado Foro de los Balbos, un bonito espacio encajado entre dos torres de la muralla almohade; entre la Torre del Horno y la Torre de la Yerba, ocupando uno de los lienzos que dan a la Plaza Mayor; en el que se ha instalado --totalmente fuera de contexto-- el hermoso Pilar de San Francisco, antiguo abrevadero para caballerías que estaba situado en los aledaños del conventual franciscano, el que se encontraba a la entrada de Cáceres, por los caminos que llegaban desde Trujillo y Monroy, derivando al Camino Llano para entrar en la ciudad, sin tener que remontar las empinadas cuestas que nacían en el Arco del Río, que hoy llamamos Del Cristo.

Este abrigado rincón de la muralla no fue nunca foro ni perteneció nunca a los Balbos: Primero, porque los Foros o plazas públicas de las ciudades romanas, donde se desarrollaba su vida política y confluían las principales instituciones de gobierno y administración --como la Curia, el templo al dios o genio protector y el Pretorio donde se impartía justicia-- estaba siempre situado en la confluencia del Kardus Máximus y del Decumanus Máximus, las dos vías principales que recorrían el centro de las poblaciones; que en Norba Caesarina debió estar ubicado, quizá, en la plaza de Santa María, a juzgar por los restos romanos últimamente descubiertos.

En segundo lugar, porque Lucio Cornelio Balbo --el Mayor y el Menor-- se relacionaron especialmente con la Colonia Norba que había surgido por la asimilación de los antiguos castros --Castra Servilia y Castra Caecilia-- y estuvo situada en los aledaños de la Rivera del Marco --Cáceres el Viejo-- y nunca conoció a la actual ciudad de Cáceres, fundada mucho tiempo después, posiblemente ya en el siglo III, para poder defenderse de las correrías y saqueos de los pueblos germanos.

Lo que sí existió adherido a este lienzo de la muralla, entre las torres árabes citadas, fue un pórtico o soportal adjunto a la Casa de Concejo y a la Cárcel de la Corte, que se llamó El Atrio del Corregidor; lugar en el que era habitual que saliera el propio Corregidor de la Villa --juez municipal de gran autoridad sobre un amplio corregimiento-- para hacer justicia directa, los viernes, de cara y en presencia del pueblo cacereño. Nombre que hubiera sido mucho más apropiado y veraz para denominar a este típico rincón de nuestra Plaza Mayor.

XEL ATRIOx del Corregidor cayó bajo la piqueta en la segunda mitad del siglo XIX, lo mismo que la propia Casa del Concejo, la Cárcel, la Alhóndiga y otras casuchas adheridas a las Peñuelas para construir el nuevo ayuntamiento; y en este espacio, en concreto, debió situarse una estatua romana que figuraba como Diosa Ceres, patrona y protectora --según la tradición popular-- de la antigua Colonia romana. A la que ya Antonio Ponz hace referencia en sus viajes por Extremadura, en su Carta Tercera: "Esta estatua representa la Abundancia o la Fortuna, que los antiguos solían simbolizar en esta forma...". A comienzos del siglo XX se volvió a remodelar la Plaza Mayor: los Portales, la bandeja central y la torre gótica que corona las rampas de subida a la Puerta de la Estrella, para dejar todo a la vista.

Al reparar y adecentar la torre se situó sobre ella --en una especie de hornacina de medio punto-- la estatua de Ceres, a la que los mozos y huertanos que venían a los mercadillos semanales, llamaban La Buhaca --la muñeca-- o El Bujaco, con lo que la torre comenzó a llamarse Torre del Bujaco, que es como hoy se denomina. Pues atribuirla al Sultán almohade Abu'l-Ya'qub , es muy aventurado, teniendo en cuenta que la torre, como aparece hoy, es posiblemente de comienzos del siglo XV.

El espacio que describimos fue después mercado de abastos, y finalmente, Foro de los Balbos por la ocurrencia pintoresca de un médico cacereño, aficionado y apasionado por la historia local --aunque muy desenfocada-- que saludaba a la diosa brazo en alto, como a un jerarca fascista; como el propio alcalde de la ciudad y su archivero municipal, que creyeron que con este nombrecito se subrayaba el origen latino de la ciudad y su importancia patrimonial, de cara a los posibles turistas.

En el Foro de los Balbos nacía, hacia los años 60, por así decirlo, un "cacereñismo" algo exacerbado que provocó reformas y remodelaciones que se salían claramente de la autenticidad histórica.