WLw a prueba del nueve de que el Gobierno salió reforzado del debate sobre el estado de la nación y de que Rodríguez Zapatero agotará la legislatura llegó ayer con un cambio ministerial que afecta a cuatro departamentos, gestionado con discreción y concretado con celeridad. Además, la naturaleza de los cambios ha puesto de manifiesto que el núcleo duro del Ejecutivo mantiene la cohesión indispensable para llegar a marzo del 2008 con la energía suficiente para aspirar con fundamento a repetir victoria. Se trata, en definitiva, de cambios funcionales con el propósito añadido de ventilar departamentos muy baqueteados por las críticas dentro y fuera del PSOE (Vivienda y Cultura), y para atender algunas urgencias inaplazables del partido (la salida de Jordi Sevilla).

Entre los sacrificados se encuentra la extremeña María Antonia Trujillo, una ministra que ha tenido la mala suerte de que la opinión pública no ha logrado ver que, por encima de sus desafortunados principios (las ´soluciones habitacionales´ le han perseguido de manera inmisericorde) ha sacado adelante leyes, como la del Suelo, de gran calado político y social; o el Reglamento Técnico de Edificación, que hará que las casas de los españoles estén mejor construidas.

El único cambio que responde a un efecto dominó y no al desgaste del titular es justamente el de Sevilla en Administraciones Públicas, a quien los socialistas seguramente encargarán la tarea de recuperar al partido en Valencia, sumido en la postración después del doble revolcón sufrido en las municipales y las autonómicas. Su sustitución por Elena Salgado, hasta la fecha responsable de Sanidad, es más un reconocimiento a los méritos de la ministra que un reproche. Y, además, permite dar entrada al científico Bernat Soria en una cartera que, a falta de competencias de gestión, transferidas a las autonomías, tiene una enorme influencia en los comportamientos colectivos: ley del tabaco, campañas de prevención contra la obesidad...

El reajuste se produce sin afectar a ninguno de los ministerios que concentran el grueso de las críticas del PP: Interior, Defensa y Asuntos Exteriores. Lo cual parece confirmar que, efectivamente, algunas de las constantes argumentales de los conservadores, y en primer lugar su oposición al proceso de pacificación del País Vasco, no han influido en el ánimo de Rodríguez Zapatero.

¿Estamos ante un caso de obstinación o de tozudez? Más parece que resume la decisión del presidente de enviar una señal inequívoca de seguridad a sus adversarios. Es este un mensaje más categórico que las encuestas posteriores al debate que, con pocas diferencias, dieron ganador a Zapatero frente a Rajoy --43% frente a 16% en el caso de la del CIS--, aunque todo es posible en la larga precampaña electoral que se avecina, si es que no ha empezado ya. Si tal actitud sirve para cumplir con los compromisos electorales que llevaron a Rodríguez Zapatero a la Moncloa, no habrá nada que objetar a los cambios; si no tienen otro objetivo que agotar la legislatura, sin hacer mayores aportaciones, deberán ser objeto de crítica.