Profesor

Ha comenzado el circo de los ofrecimientos y los navajazos de los mitineros, con su esperpéntico mitinear, afanados en hacerse con plaza para ejercer el sumo poder, aunque no cumplan los requisitos de la suma sabiduría y de la suma bondad. Para colmo de males, aparte de ser unos derrochones en sus campañas, bastantes candidatos han olvidado que el ejercicio de ser alcalde o concejal exige una entrega incondicional, un trabajo de veinticuatro horas de servicio total, a todo el vecindario, sin excepción alguna.

¿Cuántos políticos están dispuestos a sacrificarse y a jugar limpio? El romance de la deslealtad y la mentira, el despilfarro de la hacienda pública para que redunde en provecho de unos pocos y con la intención de crear una masa de gente dependiente, el uso de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener, aumentar el poder a cualquier precio, está a la orden del día. Sólo hay que mirar y ver, leer lo que nos cuentan los medios de comunicación y analizar.

Se necesitan alcaldes solidarios, que sientan los problemas de su pueblo como suyos, que trabajen a destajo por hacer más habitable el lugar. ¿Qué puede sentir por el pueblo alguien que no tiene tras de sí el domicilio habitual en ese pueblo? Para ser regidor, alcalde o concejal, no es necesario academicismo alguno. Para eso están las oposiciones. Se necesitan buenos gestores, que sean capaces de mejorar la calidad de vida de todos sus conciudadanos. No el patrimonio personal. Porque ese bien generalista implica el olvido de todo interés personal, de toda consigna de su grupo político, para entregarse de lleno a una gran labor, la de servir a todos y para todos los ciudadanos. Los electores han de estar atentos a los modos y modales, a los fondos y las formas, para que el voto enraíce en la contribución al bien de todas las personas, de las familias y de los diversos grupos que constituyen la sociedad civil. Sin duda, el protagonismo de los alcaldes ha de seguir prosperando, hacia mayores competencias sociales, puesto que ellos son los primeros conocedores de su gente.

Por ello, en la agenda de un alcalde no debe figurar lo de imposible solución . Todo tiene respuesta. Con voluntad todo se alcanza. Porque todo tiene su antítesis. Se debe prestar un especial servicio, por ejemplo, y a tenor de la urgencia, a esos polígonos de jeringas, que existen en todas las ciudades y pueblos, a esos jóvenes que no saben cómo ocupar su tiempo libre, y los fines de semana acuden al alcohol y a otros aditamentos para olvidar penas. La juventud debe importarle mucho a un alcalde.

Evidentemente, la cultura lo es todo, para avanzar. No es una semana cultural. Es un día a día. Es una apertura a todos. Téngase en cuenta que se utiliza dinero público. No es una ventanilla editora de libros. Es una ventana transmisora de ideas que ninguna impone y todas las tiene en cuenta. Interesa la cultura extensiva, no la de cuatro amiguetes, que se reparten la tarta a su antojo.

Una verdadera cultura, la que deben fomentar todos los alcaldes de todos los pueblos, es aquella que dignifica a la persona, que ampara autenticidades y no mediocridad, que aviva el ingenio y la lucidez, que nos hace más felices y, a la vez, más libres para ser más en el bien sentirse.

En cualquier caso, se precisa fortalecer la unidad de las distintas nacionalidades, desde el más absoluto respeto a las diferencias, y dialogar mucho para que fructifique el consenso, siempre generador de paz. De ahí, la importancia capital, de que los mitineros lancen mítines que mitiguen, promesas que puedan cumplir, aportando ideas de altura, coherencias morales, compromisos serios. Urge construir pueblos más poblados de humanidad y vida, barrios donde los bienes de necesidad alcancen a todos los vecinos. Y no me llamen iluso, porque tenga el deseo de desear, un pueblo más humano, con unos regidores que pongan en la primera hoja de su agenda: Aquí todo se escucha y se solventa. Con trabajo honesto y dedicación exclusiva, todo se consigue y se contagia. Y es que, detrás de la ilusión, está la esperanza, a la que el pueblo aspira.