Afortunadamente Extremadura no es Madrid. Aunque haya disputas y se oiga algún que otro improperio, nuestros políticos mantienen la compostura. Quizás sea la mayoría absoluta del PSOE, que amansa las fieras. O el propio Vara y su talante apaciguador que huye de la riña como estrategia. O Monago, duro en la oratoria pero hombre de consenso en el fondo llegando a pactar dos acuerdos presupuestarios con los socialistas en la legislatura pasada. ¿Alguien se imagina algo así a nivel nacional? A lo largo de los últimos años ha habido desencuentros, no digo que no, pero por regla general ha imperado el diálogo y el clima político cordial. Y eso se debe a los dos bandos, el que gobierna y el que ocupa la oposición.

No entiendo por qué los políticos no escuchan a la gente cuando dice que no quiere peleas. Oyen gritar: ¡hablen! Y lo que hacen es cavar trincheras. Escuchan: la política está para solucionar los problemas de la gente. Y hacen justo lo contrario, crearlos. Esta semana, el presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, en un encuentro con periodistas, dijo «sentir vergüenza» de lo que pasa en Madrid. No es el único, le ocurre a medio PSOE y medio PP. Él contaba que, con mayoría absoluta en la Diputación y en su ayuntamiento, ha pactado actuaciones en estos meses porque, con la que tenemos encima con la pandemia, no es momento de pelear. Aunque también apuntaba que una cosa es la política nacional, más exhibicionista y mediatizada --y ahora más radicalizada-- que la local, mucho más cercana y en contacto con los problemas de la gente.

¿Será eso, que se ha perdido la visión de lo que quiere la ciudadanía? No deja de ser curioso que el CIS haya preguntado esta semana a la sociedad española si está acuerdo con las medidas restrictivas y extraordinarias puestas en marcha para combatir la pandemia. Por el ruido que hacen algunos políticos gritando aquello de «Madrid está secuestrado» pareciera que la mayoría de la gente está en contra. Pues resulta justo al revés: a la pregunta de si debieran adoptarse medidas de control y aislamiento aún más exigentes o permanecer como hasta ahora, la respuesta del 62,4% ha sido que se pongan en marcha cuanto antes. Eso denota una desconexión abismal con la sociedad, viene a significar que la gente pisa el terreno donde vive mientras que los políticos lo sobrevuelan, están más preocupados por mantenerse en el escaño o por el mensaje que se traslada a través de los medios de comunicación.

Lo vengo diciendo hace tiempo, que a nivel nacional están rotos todos los puentes. Los extremos se han alejado con la llegada de Podemos y Vox; y el centro, lugar donde se daban la mano la derecha y la izquierda, ha desaparecido. El ejemplo lo hemos visto esta semana con un debate bronco en el Congreso de los Diputados que ha ruborizado a más de uno y la salida de banco del gobierno planteando una argucia legislativa para salvar el trámite legal en la renovación del Consejo General del Poder Judicial que le ha sacado los colores hasta Europa. El PSOE parece haberse subido a lomos de Podemos y el PP, que no quiere dejar la derecha en manos de Vox, cabalga en posiciones más extremas.

Imposible tejer un cesto con estos mimbres. Con una pandemia desbocada y decenas de muertos todos los días tenemos una política enfrentada e incapaz de entenderse. Peor no podía ir la cosa. Si encima de sufrir lo que estamos sufriendo por el coronavirus y la crisis que acarreará, nos cargamos la convivencia de los españoles fraguada durante 40 años la política habrá servido justo para lo contrario de lo que fue concebida. Uno y otro bando debieran hacérselo mirar.