Hace diez años al trasladarme a vivir al R-66, comenzamos a gozar de uno de los mayores placeres que existen: el silencio. Era un barrio con pocos vecinos, las calles no estaban iluminadas, y el silencio sólo era roto por el canto de algún grillo, pájaro, gallo o los ladridos de los perros.

Dice el refrán que No hay bienestar que cien años dure . Todo bienestar se sacrifica por el progreso. Debe llegar a todos los rincones.

En la ronda norte, como medidas correctoras para evitar la contaminación acústica, ruido en lenguaje popular, planificaron la plantación de árboles y plantas, que en teoría sirven para absorber el ruido.

Cuando los olivos y plantas crezcan, si de verdad sirven para absorber el ruido, propondré al señor alcalde que llene de olivos y plantas la plaza Mayor, la plaza de Albatros y todas las calles donde los jóvenes se divertían. No habría ruidos y los jóvenes tendrán lugares de ocio y diversión decentes, no como ahora, expulsados fuera de la ciudad, a unos terrenos que no reúnen ninguna de las condiciones mínimas de dignidad que cualquier padre desea para sus hijos.

VALENTIN TIMON RODRIGUEZ. Cáceres