La ropa que envejece es una especie en extinción. Corren malos tiempos para esos pantalones que tengan una vida útil más allá de unos meses o esas camisetas que, en ocasiones, no llegan a desprenderse de su etiqueta de la tienda antes de ser regaladas a otra persona o directamente tiradas a la basura, porque en realidad no sabes por qué te las compraste.

La globalización ha abaratado tanto la ropa, que puedes observar a niñas de quince años que con tres euros en la mano, pueden ir de mini-compras un martes por la tarde cualquiera. Posiblemente sea en la tienda, la única vez que se pongan algunas prendas... es lo que tienen las compras impulsivas... que cada vez dura menos la ilusión.

Daño colateral es ver que las ciudades se van pareciendo unas a las otras... que lo que antes eran teatros o cines con solera, ahora, por hache o por eme , están mutando en centros comerciales descapotables de dimensiones desconocidas donde ir de compras es una tradición que va camino de convertirse en derecho humano.

Es tiempo de ropa a estrenar diariamente, de ilusiones agotadas y de consumo irracional. Estamos en crisis y con algo nos tenemos que consolar... ¿no?

Ignacio Caballero Botica **

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