TPtor encima de las declaraciones o los indicios de que algo se mueve en ETA en la buena dirección, la única pista que hará creíble el fin de la banda es que sus dirigentes se quiten la capucha cuando difundan el próximo comunicado. El que se anuncia de un día para otro en los medios. Pero me temo que aún no ha llegado ese momento. Volveremos a la tenebrosa estampa de unos encapuchados que siguen mareando la perdiz. Y aún así no faltará un González Pons para afirmar que si el Gobierno no se está entendiendo con ETA por debajo de la mesa, lo parece. Ganas de enredar. Y ganas de forzar las diferencias con el Gobierno donde no las hay.

Es muy fácil especular con la elaborada sospecha de un nuevo acercamiento a los amigos de ETA para alfombrarles el camino de retorno a las urnas. Esa manufactura siempre tendrá compradores dispuestos a indignarse contra un Gobierno que rompe España y se rinde ante los terroristas. El discurso está perfectamente localizado en el sector de la derecha menos dispuesto a jalear el liderazgo de Mariano Rajoy .

Y menos en este tema, sobre el que el presidente del PP dispone de información puntual suficiente para saber que nada ha cambiado en la política antiterrorista del Gobierno, que él apoya. Entre otras cosas porque tiene ciencia cierta de que no hay nada parecido ni de lejos a un nuevo proceso negociador. Ni con ETA ni con sus amigos políticos, respecto a los que Rubalcaba es contundente al recordar las exigencias políticas y legales que habilitarían el eventual retorno de la llamada izquierda abertzale al normal ejercicio de competir electoralmente en igualdad de condiciones con las fuerzas políticas democráticas.

A un sector del PP se le puede reprochar su malsana tendencia al enredo en esta delicada cuestión. Y al Gobierno se le puede reprochar su interesado empeño en hacernos creer que estamos a punto de ver el final de ETA. Parece una forma de blindarse ante los estragos de la crisis económica. Y por eso ETA ha irrumpido con singulares acentos en la banda sonora del remodelado Gobierno, desde que Rodríguez Zapatero , al anunciar los cambios de ministros, soltó aquello de que los gestos de los amigos de ETA son insuficientes pero no baldíos. No digo que fuese una declaración desafortunada o exenta de verdad. Digo que fue una declaración innecesaria. Cuando la política antiterrorista está perfectamente enfocada y cuando hay sintonía del Gobierno con el PP, no hacía ninguna falta alimentar a los enredadores. Ni amplificar el ruido de capuchas que estos días se detecta en el entorno de ETA y sus amigos.