El último caso ha sido Plasencia. El alcalde y la corporación en general se han puesto las pilas ante las quejas vecinales por los ruidos que ocasionan los bares por las noches. Van a realizar, de momento, mediciones de sonido en las viviendas donde más denuncias se han registrado, aunque por lo que dicen los afectados la cosa no tiene pinta de acabar ahí. En Cáceres, la experiencia con el ruido de los bares ha sido traumática. No se puede calificar de otro modo. Tanto, que si el indulto parcial no lo impide, once empresarios de hostelería de La Madrila van a acabar en la cárcel, a donde fueron condenados por sentencia firme poco antes del verano. Pero el fenómeno no es exclusivo ni de Plasencia ni de Cáceres. Ocurre también en Badajoz, en Mérida. En definitiva, en toda Extremadura y, por ende, en todos los sitios de España donde comparten espacio casas con gente descansando y bares con otra mucha gente queriendo divertirse hasta altas horas de la madrugada.

Es verdad que por parte de nuestra sociedad existe cierta permisividad hacia los excesos de la noche. Digamos que miramos para otro lado hasta que nos toca. La solidaridad vecinal brilla por su ausencia y no entendemos que un señor, de repente, salga al balcón a quejarse del ruido que hay bajo su casa o acuda la Policía Local reclamada por alguien del vecindario. Los alcaldes y responsables políticos, por regla general, toman las quejas como parte de sus problemas cotidianos pero sin atajarlos de raíz, y la legislación, digámoslo claro, es demasiado laxa porque las diferentes ordenanzas municipales quizá pueden evitar el ruido que genera un determinado establecimiento obligándolo a insonorizarlo convenientemente, pero resulta ineficaz para atajar el escándalo que se genera en la vía pública.

Una cosa está clara: el ‘caso La Madrila’ ha marcado un antes y un después en toda Extremadura. La condena en primera instancia y después su confirmación en la Audiencia Provincial de Cáceres ha sentado jurisprudencia y ha servido de botón de muestra a otros muchos implicados en esta problemática del ruido. Ver a una ex alcaldesa y un ex concejal de Seguridad bordeando la entrada en prisión porque la condena no ha llegado a los 2 años ha hecho a más de un regidor tragar saliva. Comprobar que unos simples empresarios de hostelería tendrán que ir a la cárcel, además de pagar una indemnización millonaria, ha hecho que muchos de sus colegas entiendan que la queja vecinal debe ser atendida antes de acabar en el juzgado. Porque la justicia es lenta, el caso de La Madrila es de 2011, pero llega y cuando lo hace a veces arrasa cuando uno empieza a creer que todo ha sido un mal sueño.

Entiendo que el caso de La Madrila ha sido, quizás, demasiado duro y que ha sobresaltado a más de uno hasta el punto de generar un movimiento con el nombre de ‘Yo también hice ruido en la Madrila’ que pide el indulto parcial de los empresarios. Un buen grupo de artistas y hasta la alcaldesa de Cáceres, a título particular, se han adherido al mismo. Pero con la justicia no se juega y las demandas penales en los juzgados no son simples reclamaciones administrativas o sanciones que se pagan con tarjeta de crédito.

Entiendo que hace falta realizar un ejercicio de responsabilidad por parte de todos. Y cuando hay molestias atenderlas. Y cuando hay horarios respetarlos, por empresarios y por clientes. Y si entran en pugna diversión y descanso debe primar siempre lo segundo.

Quien se mueva por Europa podrá ver que este tipo de comportamientos están muy bien controlados en otros países. Quizás eso es España, pero no estaría de más aprender de algunos modos y costumbres de cerrar a una determinada hora, no servir en la calle a partir de un determinado momento o ser responsables de lo que ocurra tanto dentro como fuera de un establecimiento.

A todos nos gusta la diversión y en España ese concepto se liga a bares y horario nocturno. Habrá que saber combinarlos con el descanso de los demás. De lo contrario, seguiremos como hasta ahora, en este impasse en el que se bordea el juzgado y, en ocasiones, se entra en el mismo con consecuencias devastadoras.