WNwo tienen suerte los cacereños con los ruidos. La ciudad, con una larguísima tradición de conflictos relacionados con la movida, el botellón y acostumbrada a discutir sobre hasta dónde tienen que extenderse los derechos al descanso de unos y al ocio de otros --los vecinos de La Madrila y los de la plaza Mayor podrían escribir densos tratados sobre el particular--, tiene un nuevo frente de disputa a raíz de la apertura de la pista de verano en La Cañada.

Pocos de los vecinos de esa zona de la capital cacereña podrían imaginar cuando compraron sus viviendas que a su vera habría de instalarse un local de ocio, y que como consecuencia de ello habrían de surgir problemas de ruidos y de molestias nocturnas. A buen seguro que si lo llegan a saber muchos de ellos se habrían abstenido de comprar la vivienda, a tenor de que algunos se están planteando venderla, como señalaron el pasado viernes a este periódico. Por esta razón, y toda vez que es un problema sobrevenido, el consistorio debe tener especial celo en asegurar el descanso de la gente de La Cañada, con una continuada vigilancia por la policía local. Y más si la pista de baile ha atraído a quienes no les interesa tanto bailar y divertirse, sino destrozar lo que es de todos, como la sede vecinal.