Historiador

Pasando el paréntesis de las fiestas navideñas entraremos de nuevo en campaña electoral, aunque, ¿es que acaso hemos dejado en algún momento de estarlo? Surgirán, de manera recurrente, las propuestas a modo de iniciativas novedosas de las distintas fuerzas políticas. Hoy quisiera referirme al deseo en Extremadura de los partidos por ganar terreno en los pueblos. Y es aquí donde, a mi juicio, se subvierte el discurso. Así, de manera interesada fuera de nuestra región se escuchan voces que dicen que el motivo principal de las sempiternas victorias socialistas radica en razones tales como el hecho de que sus votantes proceden en una mayor parte de zonas con un buen grado de escaso desarrollo y tratan de equilibrar la fórmula de que socialismo es igual a atraso.

Por el contrario en lugares como Cataluña esta aseveración se vuelve en contra. Allí precisamente la victoria de los socialistas se teje, ¡vaya casualidad!, en los entornos más urbanitas, pretendidamente más avanzados. Mientras, la derecha en este espacio geográfico tan desarrollado se blinda en lo que ellos denominan las esencias de la comunidad: en las zonas rurales. Entonces, ¿en qué quedamos? Estamos, por tanto, en medio de una España plural donde la justificación del voto no puede ampararse en parámetros de siglos pasados. La sociedad de la información permite que una amplia mayoría conozca el perfil de sus políticos y confíe en aquellos que le demuestran su trabajo con acciones cotidianas. Si el voto de un campesino tiene el mismo valor que el de un broker, también habría que dudar sobre los conceptos de desarrollo, no vaya a ser que al final el índice de satisfacción vital sea mayor en muchos de nuestros pueblos que en las áreas metropolitanas.