WLw os abucheos y silbidos que Vladimir Putin tuvo que escuchar el 20 de noviembre al final de un encuentro de lucha libre cuando subió al ring a felicitar al ganador fueron la primera indicación de que el modelo de régimen en el que el presidente y el primer ministro se intercambian las sillas, aunque quien de verdad mande sea solo uno, empieza a cansar a los rusos. Los resultados provisionales de las elecciones legislativas del domingo confirman las previsiones durante la campaña: Rusia Unida, el partido oficialista, seguirá siendo la primera formación política de la Duma pero ha perdido un considerable número de votos y escaños e incluso se queda sin la mayoría absoluta de la que ha disfrutado. Este resultado, sumado a la elevada participación, indica que pese a todo hay vitalidad política en Rusia, mientras que en la balanza negativa hay que poner el elevado número de irregularidades denunciadas. Como consecuencia de ella, centenares de opositores rusos fueron detenidos ayer en Moscú al intentar acceder a la sede de la Comisión Electoral Central, tras participar en un acto de protesta en contra de los resultados de los comicios parlamentarios del domingo. "Revolución", "Libertad" y "Nuevas elecciones", gritaban los activistas, mientras corrían para evitar ser apresados por los agentes antidisturbios.

Los comicios legislativos habían tenido muy escaso peso en la política rusa. En la década larga de gobierno de Putin, ya sea desde la presidencia o como primer ministro, la Duma ha servido solo para poner el sello de apariencia democrática a las decisiones tomadas de antemano por el exagente del KGB. Tampoco es que los miembros de la cámara baja hayan echado en falta el que debería ser su papel de legisladores. La inmunidad que acompaña a la condición de parlamentario resulta muy atractiva para muchos personajes que ven en su presencia en la Duma un dique ante problemas personales y empresariales.

Sin embargo, estas elecciones son importantes por haberse desarrollado tres meses antes de las presidenciales, a las que concurre de nuevo Putin. Tras la nefasta primera década de democracia bajo Boris Yeltsin se impuso en Rusia la convicción de que era necesario un Gobierno fuerte incluso a costa de perder calidad democrática, una calidad que, por otra parte, el país tampoco había conocido. Putin, amparado por el partido Rusia Unida, se erigió en una autoridad fuerte, apenas contestada, y en todo caso siempre estaban los métodos expeditivos, tan expeditivos como el asesinato, para acallar cualquier protesta. Los resultados del domingo indican que este modelo empieza a ser rechazado por la población.