Tal vez algún día confiaré en ellos, probablemente cuando pongan los pies en el suelo. Mi carta va dirigida a todos los políticos. Ellos, los que gracias al voto gobiernan nuestro país, tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de los ciudadanos aunque vivamos en el lugar más recóndito. Sin embargo, la realidad diaria me da la razón: lo único que les tiene en vilo es su escaño y su cuenta corriente. Podría sacar a la luz mil y una cuestiones que ni avanzan ni funcionan, que se ignoran, que se manipulan. Los políticos de este país, y con demasiada asiduidad, vomitan palabras y más palabras que saben que después no cumplirán. Por ejemplo, el tema de las pensiones más ínfimas. No sé qué significa para ellos el término pensiones mínimas, ya que el resultado de sus constantes balbuceos es inerte. Pura y pétrea cara dura. La pensión de viudedad de mi madre --octogenaria ella-- del año pasado era de 205,97 euros, y este año le han aumentado 4,12 euros mensuales; o sea, que cobra ya 210,09 euros. ¡A vivir! ¡Tiene miga el asunto! Como ella hay, por desgracia, miles de pensionistas que están en iguales circunstancias. ¿Por qué, pues, se jactan los políticos de que España va bien? Será para algunos, claro. Ha llegado el momento de que las promesas se cumplan, de que no incomoden más y llenen de rabia e impotencia a los ciudadanos. Si nos quedan dudas del comportamiento de algunos políticos, siempre podemos verlos y oírlos en el Congreso y en el Senado, o en los ayuntamientos, para constatar su mala educación y su falta de ética. En muchos casos, la política huele a estercolero.

María Moreno **

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