Era relativamente feliz, tenía una misión en la vida y creía llevarla a cabo. Tener una vocación, gustarme mi trabajo, tener contacto directo con los enfermos fisicos y sobre todo psíquicos me llenaba de satisfacción.

Tenía que conseguir habilidades para dar todo lo que podía de mí. Hacía cursos, talleres. Me faltaba algo. Mejor dicho me sobraba mucho. Mi orgullo, mi falsa bondad, mi buen temperamento me tenía engañado. A veces se hace daño sin querer. A veces el amor propio nos ciega. No basta ser bueno, hay que ser mejor. No basta tener buen corazón, hay que tener buena cabeza. No basta tener buenas intenciones hay que hacer actos. "Se hace camino al andar". Empecé a caminar con el Telefono de la Esperanza. Aprendí a que se puede ser mejor persona, que se puede aprender a escuchar, a entregar tu tiempo. Quiero agradecer al Teléfono de la Esperanza y a todos aquellos que colaboran formándonos sin ánimo de lucro por el bien que están haciendo a mí y a muchos.

Gracias a don Francisco Cerro (obispo de Coria Cáceres) por ilustrarnos sobre la importancia de la escucha a todo ser humano independientemente de su ideología, de su raza, de su religión. Así como a doña Nuria Gómez Carmona sobre violencia de género y a don Arturo Arteche sobre la prevención del suicidio.

Antonio Floriano Corbacho **

Cáceres