Para unos es un sueño y, para otros, un juego, con buenas cartas, o jugando bien las que se tienen. Es preocupación humana, teatro, drama y camino. Y actual telenovela brasileña. Pero la vida es bella, si nos adaptamos a ella y la miramos con ojos claros, sin que nos falte el aprendizaje que nos enseñe a vivirla. Y, luego, renovarse o morir; el mundo de los negocios lo sabe y el tendero de la esquina, pues, si no, se pierde tiempo y dinero.

Vivir, también, es echar puentes, tercian algunos, sobre los ríos que pasan, que, a veces, se desbordan, ante lo que estaremos alerta... Unos viven la vida de prisa, envejeciendo enseguida, otros, relajados y satisfechos, inmersos en su radical hedonismo. Y está el "bon vivant" disfrutando de todo, aunque tiemble el mundo. Esto lo versifica Bécquer así: "¡Qué hermoso es cuando hay sueño/ dormir bien... y roncar como un sochantre.../ Y comer y engordar...!¡Y qué desgracia / que esto sólo baste!".

"Hay que saber vivir la vida", se ha proclamado desde la clásica filosofía griega, por ello el ciudadano debe solucionar tal empeño, sin que rompan sus costuras vitales por pura ambición y malsana codicia, en alas de un capitalismo salvaje; aunque hay algo que nunca logrará por más que lo intente... Mientras, tengamos confianza en nuestra estrella y, si no la tenemos, propone el sabio, encendamos una, tratando de saborear la vida, como quien se atreve a decir que, aunque mañana fuera el fin del mundo, hoy, todavía, plantaría manzanos. En síntesis: vivamos la vida sin grandes expectativas, según el viejo principio horaciano del "aurea mediocritas", pues son las laderas y no la cima la que la sostienen. Por eso será una torpe utopía esperar que la "breva" vaya a caer del cielo, sin más, pues el camino andado nunca está limpio de zarzas y malezas... Y no todo serán ganancias sin pérdida alguna.

Advierte el adagio que la vida es breve, pero el día se hace muy largo cuando el trabajo es duro. Toda una rotunda paradoja. La vida es una mala noche en una mala posada, según la santa de Avila, y pontifica Sartre que es un gran teatro en llamas. ¿Pero no será que en la vida solo hay lo que depositamos en ella? No obstante, aunque nos asaltara la adversa fortuna, siempre podemos recitar, con alegría, los versos de Fray Luis de León : "Vivir quiero conmigo, / gozar quiero del bien que debo al cielo, / a solas sin testigo, / libre de amor, de celo, /de odio, de esperanzas, de recelo".