WLw os disturbios que se registran en Londres desde la madrugada del sábado se entienden mejor a través de la petición de explicaciones cursada por varios activistas sociales a las autoridades de la ciudad que por la triste muerte de un joven en el barrio de Tottenham la noche del viernes al sábado. Y se entienden mejor porque los recortes presupuestarios tienen gravísimos efectos sobre la cohesión social de una conurbación en la que el multiculturalismo --que no el mestizaje intercultural-- solo se sostiene si las desigualdades sociales no adquieren tonalidades escandalosas. Cuando deja de existir el colchón de las ayudas y las subvenciones, surgen los agravios comparativos entre los británicos de origen y los de adoptación, y cada comunidad incuba el grado de tensión interna necesaria para que cualquier circunstancia anómala desencadene la protesta. Sería extremadamente simple adjudicar la responsabilidad de lo que está sucediendo a partidas de jóvenes inadaptados. Puede que en medio de la crisis, confundidos entre quienes protestan, se muevan grupos cuyo único objetivo es armar jarana, pero lo que sucede en Londres recuerda demasiado el conflicto de las 'banlieues' francesas y, antes, el estallido social del barrio londinense de Brixton como para reducirlo todo a un asunto de orden público. Es, en cambio, el síntoma del fracaso de un modelo que tiende a crear guetos, a exacerbar las diferencias y a acentuar la exclusión social.