Gracias al ministro Ábalos he tenido conciencia de que cuando uno aterriza en Barajas, pisa el suelo, se sienta en un sillón esperando el cambio de vuelo y se toma un refresco, agua o lo que le apetezca, esa persona realmente no está en España, está en el limbo, en la nube o donde sea, pero no en España.

Supongo que el terreno donde se construyó Barajas sería campo y seguro que su propietario lo creía campo español, pero hete aquí que se levanta un conjunto de edificios en él y deja de ser España. En este escenario se desarrolla el sainete del ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE.

En este sainete hay varios personajes. Los principales, el ministro Ábalos y la vicepresidenta de Venezuela, que mantienen en el acto central un encuentro sigiloso, perdón, un «saludo» de 25 minutos. A este sainete se van incorporando otros personajes secundarios, responsables de ese «saludo». Primero, el ministro de Turismo venezolano en el papel de amigo de Ábalos que reclama su presencia en el avión en el que viaja con la vicepresidenta bolivariana.

Pero como saludar a un amigo personal de madrugada, en secreto y «fuera del país», no es creíble, aparece en acción otro personaje. Suena el teléfono y es el ministro Marlaska, que pide a su compañero de gobierno que evite que la vicepresidenta bolivariana pise suelo español, porque la UE ha vetado su entrada en territorio europeo.

Sin embargo, a lo largo de la obra, el público conoce que ésta no solo ha bajado del avión, sino que esperó cómodamente en una sala hasta que volvió a subir a otro avión. Se oye entonces la «voz en off» del gobierno que comunica al público que el aeropuerto de Barajas Adolfo Suárez no es suelo español, es tierra de nadie. Ante la sorpresa del público, aparece gente en el escenario que les recuerda que existe jurisprudencia sobre que las zonas de tránsito de los aeropuertos son territorio del país en el que se encuentran.

A estas alturas, el público desconoce si esta señora fue volando, levitando o teletransportándose de un avión a otro; no se aclara durante la obra. En el monólogo final, vemos al personaje principal, Ábalos, dirigiéndose al público para dejar claro que «a él no le echa nadie», que lleva en política desde el año 76 y que aquí se queda. Inmediatamente después, el gobierno cierra el telón y acaba la obra.

Aunque, parezca un sainete imposible, se ha representado fielmente por el gobierno. Un asunto muy grave, no solo por el incumplimiento del mandato de la UE por parte del Ejecutivo de Sánchez, que pone a nuestro país en una posición de deslealtad a Europa, sino también por las mentiras del ministro Ábalos que ha faltado al respeto a los españoles y a su cargo. Fin.

*Ingeniera agrónoma y diputada del PP.