Mariano Rajoy retomó ayer el diálogo con los sindicatos y las patronales. Más que retomarlo, lo reinició porque estaba en dique seco desde la reforma laboral al inicio de su primera legislatura. Con ella definió su modelo de salida de la crisis: devaluación del precio de los salarios para que las empresas recuperaran beneficios y pudieran liberarse de la deuda que acumulaban. Esos objetivos se han conseguido. Según los datos del Banco de España, los beneficios de las empresas han crecido casi un 13% en los tres primeros trimestres del año. En ese mismo periodo, el gasto en salarios aumentó solo un 1% mientras que el salario medio subió un 0,1%. Es evidente que la recuperación no está llegando de la misma manera a las empresas que a los trabajadores. Llegados a este punto, Rajoy marcó su línea roja en el diálogo social: no piensa derogar la reforma laboral que ampara esta situación de creciente desigualdad. Pero está dispuesto a reformarla si hay acuerdo entre patronal y sindicatos. Esta ranura y la precaria mayoría del Gobierno -como se ha visto esta semana en la votación en el Congreso para aumentar el salario mínimo- son la última esperanza que nos queda para salir de este atolladero. Los sindicatos se han desgallitado exigiendo la mejora de los salarios y la derogación de la reforma laboral. Ahora tienen la oportunidad de conseguirlo. Y la patronal debería ser consciente que sin mejorar los salarios no aumentará el consumo.