Exministro de Trabajo y escritor

Como la inflación aprieta, hay que buscar apresuradamente responsables para poder acusarlos y elaborar medidas de urgencia contra esa amenaza al conjunto de nuestra competitividad. Y de nuevo surgen voces que claman contra los salarios y contra las cláusulas de revisión salarial, como si hubiesen sido los causantes de la espiral inflacionista que nos aleja de los precios europeos. Puede que en otros periodos hubiera sido así pero, en esta ocasión, no han sido los salarios los culpables.

Podemos decirlo con toda firmeza. Si queremos luchar contra la inflación tendremos que encontrar a los verdaderos culpables en otras causas, menos tópicas, pero más influyentes.

Durante los últimos años, nuestro país ha gozado de consenso en materia de moderación salarial, sellada con un importantísimo acuerdo --no suficientemente valorado por los glosadores de nuestras bondades económicas-- entre sindicatos y empresarios. Nuestros salarios han crecido en una línea muy similar a la inflación, y nuestros costos salariales totales --seguridad social incluida-- no llegan al 7O% de la media europea, mientras que nuestra productividad ronda el 90% de la media europea, lo que permite mayores crecimientos productivos que impulsan nuestra convergencia real.

Esa moderación salarial ha tenido una influencia muy beneficiosa sobre la marcha de nuestra economía, y sería muy importante que se mantuviese durante los próximos años. Pero una cosa muy distinta es pedir moderación salarial y otra, alentar la pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Lo primero es positivo, y lo segundo, además de injusto, tremendamente negativo.

Esta moderación salarial se ha consagrado básicamente mediante lo pactado en los convenios colectivos. Cuando se propone reformar la estructura de la negociación colectiva, debemos realizar algunas consideraciones básicas.

La primera es que, por supuesto, nuestro sistema es mejorable. No podemos conformarnos con permanecer anclados en un sistema estático.

Pero tampoco podemos modificarlo apresurada y unilateralmente, rompiendo delicados consensos que han costado muchos años y esfuerzo conseguir. Por eso es fundamental que demos margen a los agentes sociales.

Se apunta especialmente contra la ultractividad de los convenios (esto es, que las cláusulas del convenio agotado sigan siendo válidas mientras no se firme un nuevo convenio que lo sustituya) y contra las cláusulas de revisión salarial (que permiten ajustar a la inflación real los salarios previstos sobre la base de un cálculo de inflación estimada). La ultractividad es más cuestionable. Pero centrémonos en las cláusulas de revisión salarial.

Supongamos, por ejemplo, un convenio con una subida salarial del 2% para el 2002, idéntica a la inflación prevista por el Gobierno. Como la inflación rondará el 4%, ese salario habría perdido poder adquisitivo en caso de no existir cláusula de revisión salarial que compense el diferencial de dos puntos entre los previsto y lo real. Lógicamente, los sindicatos --y creo que en esto les asiste la razón-- se empeñan en mantener esta cláusula de revisión salarial que les supone una garantía de no perder poder adquisitivo. Si no existiera esa cláusula, sería mucho más difícil cerrar un convenio. La pérdida de credibilidad en las estimaciones oficiales, empujará, aún más, al refugio de las cláusulas de revisión.

Los salarios no han sido los responsables de la inflación. Aunque no todos se han comportado de idéntica manera. Los salarios de determinados oficios, como algunos de la construcción, los vinculados a internet en los momentos de euforia o, en general, los de los altos ejecutivos, han crecido muy por encima de la media. Este último fenómeno es conocido como divergencia salarial, y está llegando con fuerza a Europa desde EEUU. Por este fenómeno, los salarios más altos crecen porcentualmente más rápido que los bajos, por lo que crecen las diferencias entre jefes y asalariados. Pero tampoco la divergencia salarial es la responsable de la inflación.

Nuestros salarios no deben perder poder adquisitivo, pero nuestro trabajo debe ganar en productividad. Para ello será imprescindible inversión en formación, tecnología, investigación y diseño, flexibilidad en la organización del trabajo, competencia real en los factores de costo y compromiso y motivación de los trabajadores. Luchemos por todo eso. Pero, por favor, no persigamos la pérdida de poder adquisitivo de nuestros salarios. No se lo merecen.