Acaba de empezar el año y ya tiene olor a viejo. Los arzobispos y los políticos siguen diciendo tonterías. Unos, a cuenta de las mujeres, como casi siempre; y otros, a cuenta de todo, como casi siempre también. Pactos, ninguno. Rajoy a lo suyo, Sánchez a lo suyo también, a defenderse de los mismos que deberían alegrarse de haber quedado segundos. Podría haber sido muchísimo peor. Pablo Iglesias , a lo suyo también, o a lo que le dejan.

Golpes de efecto, ondas concéntricas que desaparecen enseguida. Hay que leer mejor. Puede que Juego de Tronos sea entretenido, pero para saber gobernar no es suficiente. Ciudadanos se lame las heridas, IU ya no nos sorprende. Tanta pasión para nada.

En Cataluña repetirán elecciones. Seguimos enredados en tantas causas de corrupción que ya no sabemos si juzgan a Urdangarín por cursos de formación inexistentes o por haber robado un códice. Los nombres que ya no salen en la prensa se nos olvidan. A lo mejor por eso no salen. Siguen llegando refugiados. Siguen también seleccionándose aquellas noticias que van creando poco a poco un clima belicista, como si una guerra fuera la solución a todos los problemas. Los telediarios dedican media hora al fútbol y otra media a la información del tiempo.

Después o durante, qué más da, empiezan los culebrones. Y las películas basadas en hechos reales, que suelen quedarse cortas ante lo que nos rodea. Yo, por si acaso, voy a seguir con esto mío de la lectura. Y tengo como único propósito vivir. Fieramente. Con ganas. Arañando los días. Con esa rabia hambrienta que no se vende en estos saldos de enero, que tienen mucho de oportunidad pero poco desafío.