Disculpen la osadía de hacer mía una rima de Becker, pero es lo más parejo al momento, o a la sensación generalizada del mismo, que muchos docentes tenemos respecto a la situación actual, motivada en muchos casos por la pandemia, repetida sin excusas en otros. Tras la belleza de esta rima VII que denuncia el olvido pero ensalza el valor y llama a la acción, se percibe la tristeza de la soledad por abandono o descuido, de aquellos que esperan poder algún día salir de su silencio forzado, como el arpa del salón en el ángulo oscuro, no para gritar, para explotar la genialidad que llevamos en el alma, que no es otra que la pasión por la enseñanza.

Mientras, se sigue tramitando una Ley educativa más, otra más sin el corazón del intérprete ni la razón de la experiencia curtida, sin más allá del interés en beneficio de los ahora sus productores. A la par, cada vez menos oídas son nuestras voces, únicas notas que pueden dar sentido a cualquier partitura que quiera ser interpretada con aprovechamiento en nuestras aulas, que atraiga a nuestros alumnos a las salas de concierto en contra de ahuyentarlos, además que sepan admirar y disfrutar lo que oyen, o saber criticarlo, que también es importante, y no sólo a esperar la salida. Olvidados incluso en nuestra labor más propia y profesional, la de evaluar con unos criterios homogéneos y comunes para todos.

Belleza olvidada en cualquier restricción sanitaria ordenada para salvaguardar el contagio y la salud, que prudentemente nuestras autoridades aplican por nuestro bien en el resto de instituciones, centros administrativos, empresas, domicilios y resto de lugares, pero que obvian en nuestros centros de trabajo. Desamparados, que es lo que más duele, cuando nuestra categoría de esencial, imposibilita nuestro ejercicio y derecho vital, que es la de ejercer como padres cuando no podemos hacernos cargo, por coincidir en horario, con nuestros hijos confinados siendo deber inexcusable e irrenunciable su cuidado.

Independientemente de las metáforas, hoy, por ayer, me felicitaban por ser del gremio, porque la última encuesta del CIS, decía que durante la pandemia había subido la valoración sobre el personal docente al 53,5 % y qué me parecía. Mientras comprobada cómo también había crecido el miedo al contagio entre la ciudadanía y la tristeza generalizada y la ansiedad acumulada, sólo me vino a la mente esta rima VII de Gustavo Adolfo Bécquer, y su bella arpa olvidada y cubierta de polvo, del salón en el ángulo oscuro, callado y silenciado mientras repetía su última estrofa “¡cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz como Lázaro espera que le diga «Levántate y anda»!